Hacía mucho tiempo que me apetecía leer esta novela, pero aunque su precio no era excesivo, mi economía no estaba para tanto dispendio. La biblioteca de mi pueblo no esta muy bien surtida y no entiendo muy bien que criterios siguen a la hora de comprar novedades, pero ya pensaba que tenía muy pocas posibilidades de leerlo, cuando mis viajes a la capital de la provincia me brindaron la posibilidad de sacarme el carné de la biblioteca, además forma parte de la red de bibliotecas de la Generalitat Valenciana y eso me da muchas posibilidades. Sin pensarlo mucho me lo lleve a casa a la primera oportunidad y reserve la segunda parte, tan segura estaba de que esta me iba a gustar y por cierto ya la tengo disponible y la recojo en breve.
Me ha sorprendido de esta novela que cada capitulo comience con una definición de una palabra que luego aparece en la trama, me ha parecido cuanto menos interesante y curioso, puede que sea la primera vez que me he encontrado con algo semejante, había visto comenzar con citas el capitulo, unas citas que unas veces me parecían acertadas y otra la verdad no les veía el sentido, pero con una definición juraría que nunca.
Me gusta la novela negra, y sin embargo llevo mucho tiempo sin leer a autores españoles, hace unos años leí a Silva y a Alicia Gimenez Bartlett, luego sin saber porque me aficioné más a los autores extranjeros y ahora parece que me vuelve el gusanillo, así que aprovecharé cuanto titulo se cruce en mi camino.
La pareja de detectives protagonista es cuanto menos peculiar, el comisario Leo Caldas es un solitario taciturno que colabora en un programa de radio, Patrullando las ondas, eso le abre bastantes puertas y le da facilidades que de otra forma no tendría, pero parece molestarle que su ayudante se lo recuerde. De su ayudante Rafael Estévez que decir, es un aragonés grandote y algo bestia, con un carácter muy fuerte que le ha jugado más de una mala pasada, es destinado a Galicia por un expediente disciplinario abierto en su tierra y no parece acabar de entender el carácter reposado de los lugareños. Le saca de quicio que le contesten con otra pregunta cosa que parece ser muy típico del carácter gallego, aunque yo que no soy gallega, algunas veces también uso el recurso, para evitar que me sigan preguntando. Con este personaje me he reído, se puede decir que he soltado más de una carcajada, porque si la situación ya te provoca la risa, cuando la cuenta exageradamente otra persona al final te arranca una carcajada y si no lee y veras.
Dos cosas ¿ está contigo el animal de tu ayudante?_ el comisario Soto, al otro lado de la línea, no parecía de muy buen humor.
_Sí_ contestó Leo secamente.
_ ¿Sabes lo que hizo ayer por la noche?. Caldas prefería que fuese el comisario quien se lo contara.
_ ¿Ayer por la noche?
_ Leo si lo sabes no te hagas el tonto_ ordenó_ No estoy para monsergas.
_ Ni idea comisario.
_Pues anduvo de cacería
_ ¿De qué?_ preguntó Caldas, como si no hubiera entendido.
De cacería_ repitió_ Tu ayudante entró en un bar de gays del Arenal, se colocó en posturas insinuantes para provocarles y pateó al primero que se le acercó. Por lo visto debió de darle coces hasta hacerse daño en un pie, porque después se descalzó y, zapato en mano, continuó estampándole el tacón en la nariz. Parece ser que el muy maniaco amenazaba al resto de la clientela con su pistola para impedir que se le acercaran y poder rematar así la faena a conciencia.
Como siempre que se trataba de Estévez, recapacitó Caldas, había algo de verdad y otro tanto de novela.
La verdad es que cualquier parecido de este narración de los hechos con la realidad es pura coincidencia, y si la realidad me hizo esbozar una sonrisa, imaginarme el cabreo del comisario me hizo reír a mandíbula batiente, y es que imagino la cara de Leo Caldas ante un relato tan alejado de la realidad y debió ser también un poema. Para mi Estévez es el contrapunto de su jefe, me parece un personaje estereotipado, es decir normalmente se representa a los maños como gente bruta, y no se me enfade ningún mañico ni mañica que estoy hablando de estereotipos y Estevez los cumple todos.
En cuanto a Leo Caldas le falta un poquito de optimismo, es un detective concienzudo, solitario, con miedo a las responsabilidades, otro cliché me temo que muy americano, no he podido evitar acordarme de Harry Hole, pero ante todo es una persona que disfruta de la comida, junto a él degustamos manjares de las rías gallegas. La caracterización de Caldas es tan concienzuda, que me pareció ver reflejado al escritor, y leyendo una entrevista en el Faro de Vigo con motivo de la publicación de su segunda novela, me encontré con la siguiente pregunta:
¿Que tienen en común Leo Caldas y Domingo Villar?
Respuesta: Los dos somos hijos de bodegueros, y nuestros padres nos han inculcado el amor a a la viticultura, nos perdemos por los percebes y los berberechos, nos gusta ir a la taberna Eligio. Ambos colaboramos en un programa de radio... pero Caldas es mucho más valiente que yo y probablemente yo sea más alegre que él.
Descubrí muchas más curiosidades como que le cuesta mucho escribir una novela, porque es muy concienzudo y corrige muchas veces e incumple los plazos religiosamente... y además se lo permiten eso es lo fascinante.
No conozco Galicia sin embargo de la mano de ambos personajes te das un paseo por sus rías, por sus calles y por el carácter de la gente de este pueblo norteño, es todo un placer pasear de la mano de Leo Caldas y su ayudante.
La música es otro elemento presente, y no solo porque la víctima fuera un saxofonista, y su casa estuviera repleta de interpretes de jazz, ni porque el mismo fuera miembro de un grupo de este género, si no porque lo impregna todo, Domingo Villar debe ser un gran enamorado de la música. Es un novela negra pura, que se centra en la investigación y en la figura del detective y así vamos participando de la intuición de Leo, de la perdida de contacto con la investigación de su ayudante, de ese paso por delante que parece ir siempre el asesino y tengo que decir que al final es un poco predecible porque acerté el asesino, y me gusta que me sorprendan.
El libro se lee bastante rápido, no es una de esas novelas que para contarte una historia necesitan 600 páginas, el autor lo resuelve en muchas menos y al menos a mi me mantuvo enganchada, desde principio a fin, necesitaba las risas que me proporcionaba Estévez y la tranquilidad que me daba Caldas. Hay quien ha echado de menos cierta mezcla de géneros muy frecuente hoy en la novela negra, pero yo prefiero la pura, la policíaca, con un esquema clásico y con el objetivo bien marcado pero ya se sabe para gustos los colores.
En cuanto a la trama a mi parecer está cuidada aunque tengo que reconocer que adiviné el asesino, me pareció un poco previsible, pero aún así llegue con curiosidad al final. Con esta novela Domingo Villar ganao el I Premio Sintagma, el Premio Brigada 21 y el Premio Frei Martin y quedó finalista en dos categorias de los Crime Thriller Award de Reino Unido.
Espero estar disfrutando pronto de la segunda parte que ya tengo en la biblioteca y de reseñarla para ver si este autor se convierte en uno de mis fetiches