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martes, 25 de junio de 2019

El último Barco. Domingo Villar

Diez años, nada más y nada menos, hemos tenido que esperar para encontrarnos con otra novela de Domingo Villar. En mi caso ya había perdido la esperanza de que esta llegara algún día, después de que se publicará a bombo y platillo la publicación de Cruces de piedra y de que se mostrara incluso la portada de esa novela, que de la noche a la mañana desapareciera como si nunca hubiera existido tal pretensión desengaña un poco al lector, que piensa año tras año que el próximo se reencontrará con Leo Caldas y Rafael Estevez, para mí el alma mater de este dúo, al menos hasta que comencé a leer El último barco.

En la última Feria del Libro de Madrid, como miembro de #SoyYincanera pude conversar con el autor acerca de este libro que tanto se ha hecho esperar, lástima que en aquel momento no llevara la historia leída del todo, porque hoy le hubiera formulado otras preguntas. Pero el día a día manda, y una no siempre dispone de todo el tiempo para leer que le gustaría.

Aún así el autor se mostró muy cercano, se interesó por la iniciativa, por como nació esta, que a decir verdad ese sábado 8 de junio repetimos como mínimo tres  veces. A quien había llegado ya al final del libro no le reveló nada nuevo, sin embargo a los que todavía andábamos degustando sus páginas nos explicó porque la novela no salió aún cuando ya había fecha de publicación, portada, e incluso se había comenzado a promocionar. Domingo Villar es un escritor exigente consigo mismo, que sabe ponerse en la piel del lector, porque su primer lector es él mismo. La novela estaba en fase de revisión, pero tras fallecer su padre el resultado no le entusiasmaba, le parecía plano, y si no le convencía a él ¿ cómo le iba a entusiasmar al lector?

Se agradece que alguien que se dedica a escribir piense tanto en el destinatario final de su obra, ya no solo por ofrecerle un producto de calidad que pueda entretenerle en su tiempo de ocio, cada vez más escaso por la sociedad en la que vivimos, si no también porque a pesar de ser un libro de un tamaño considerable, unas 700 páginas, también la letra tiene el tamaño apropiado para que el lector no lo pase mal cuando se sumerja en sus páginas. Y eso cuando una va teniendo una edad y problemas con el cansancio de los ojos a pesar de llevar gafas de presbicia, lo valora muy positivamente.

Domingo Villar es un hombre reflexivo, sereno, tranquilo, y todo eso se refleja en sus textos, en sus historias, en algunos de sus personajes, en esta novela no podía ser distinto aunque eché un poco a faltar más protagonismo de Rafael y del propio padre de Caldas. Domingo Villar nos comentó en la terraza en la que descansábamos los pies del paseo entre casetas que se había querido centrar más en el inspector porque el carácter del maño y del padre Leo, lo eclipsaban, lo hacían más gris de lo que realmente es el personaje, por ello ha tenido que darles un papel secundario a los personajes que en un principio a mi más me llamaban la atención.

Pero como siempre me voy por las ramas, hay tanto que contar, sin revelar nada, que me pierdo y empiezo la casa por el tejado. Así que vamos a meternos en harina que de la novela queda mucha tela que cortar, y si consigo que te intereses por la serie lo daré por bien empleado.

El autor:
Domingo Villar (Vigo, 1971) inauguró con Ojos de agua la exitosa serie protagonizada por el inspector Leo Caldas. El segundo título, La playa de los ahogados, supuso su consagración en el panorama internacional de la novela negra, obteniendo excelentes críticas y ventas. En 2019 se publica El último barco, el esperado regreso del inspector Caldas. 

La serie ha sido traducida a más de 15 idiomas y ha cosechado un gran número de premios, entre los que caben destacar el Novelpol en dos ocasiones, el Antón Losada Diéguez, el Premio Sintagma, el Premio Brigada 21, el Frei Martín Sarmiento, Libro del Año de la Federación de Libreros de Galicia. También ha sido finalista de los Crime Thriller Awards y Dagger International en el Reino Unido, del premio Le Point du Polar Européen en Francia y del premio Martin Beck de la Academia Sueca de Novela Negra.

Sinopsis:

UN NUEVO CASO PARA EL INSPECTOR LEO CALDAS.

La hija del doctor Andrade vive en una casa pintada de azul, en un lugar donde las playas de olas mansas contrastan con el bullicio de la otra orilla. Allí las mariscadoras rastrillan la arena, los marineros lanzan sus aparejos al agua y quienes van a trabajar a la ciudad esperan en el muelle la llegada del barco que cruza cada media hora la ría de Vigo.

Una mañana de otoño, mientras la costa gallega se recupera de los estragos de un temporal, el inspector Caldas recibe la visita de un hombre alarmado por la ausencia de su hija, que no se presentó a una comida familiar el fin de semana ni acudió el lunes a impartir su clase de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios.

Y aunque nada parezca haber alterado la casa ni la vida de Mónica Andrade, Leo Caldas pronto comprobará que, en la vida como en el mar, la más apacible de las superficies puede ocultar un fondo oscuro de devastadoras corrientes.

Mis impresiones:

Mucho se ha hecho esperar la tercera de la serie y tenía las expectativas por las nubes, desbocadas cual corcel indómito. Nunca es bueno empezar una novela esperando tanto de ella a riesgo de que no cumpla con lo deseado y de al traste con una buena historia. Con el libro ya en casa y temiendo por la integridad física de mis hombros y mis cervicales comencé a pasearme por reseñas, creo que pillé a unos cuantos con ellas igual de desbocadas que las mías porque me deshinché un poco y decidí meterme de cabeza en la historia a disfrutar de lo que me quisiera contar Domingo Villar.

Asusta un poco cuando te encuentras con una novela de poco más de setecientas páginas, máxime cuando las otras dos tenían un tamaño más comercial, en ese momento suspiras y piensas que para algo ha tardado 10 años y poco aprovechó de lo que tenía escrito de Cruces de piedra y te preparas para disfrutar de la prosa del gallego, de sus descripciones, de sus personajes, aunque yo esperaba mucho más protagonismo de Rafael Estevez y del padre de Leo, que son los que imprimen los trazos de humor en la serie.

Domingo Villar hace libros autoconclusivos, sin embargo si no has empezado la serie te recomendaría empezarla por el principio, por la evolución de los personajes, que aunque el autor los contextualiza bien algunos matices se pierden por el camino. En este libro el maño no ha sido capaz de levantarme ninguna carcajada a lo sumo una sonrisa, pero en los anteriores ni un libro de humor me ha divertido tanto. Y otro tanto podría decir del Libro de idiotas del padre de Caldas, creo que todos deberíamos tener uno, es una vía de escape, yo me lo llevo planteando desde la primera novela, algún día llegará el momento, lo presiento.

Una vez sentadas las bases, he de confesar que he disfrutado de este libro, pausado, reflexivo, de cocción lenta, sin prisas, como hacían los guisos nuestras abuelas, con todo el amor del mundo y dedicándole tiempo, el mismo que le va a tener que dedicar el lector, porque nos encontramos ante una novela en la que el ritmo no es vertiginoso, en la que constantemente no están pasando cosas, en las que el autor se toma su tiempo para convertir a Vigo en un personaje más de El último barco. Y a pesar de no ser una novela de ritmo ágil, las páginas van cayendo, se escurren como arena entre los dedos, y ello se debe en gran medida a la estructura de la novela.

El autor nos presenta capítulos cortos, como pequeñas historias que al terminar el libro conforman una gran historia, no pretende ser un page turner de hecho cada capítulo no termina en el punto álgido para obligar al lector a un capítulo más, sólo uno más, que se eterniza en el tiempo, perfectamente puedes dejar el libro al final de un capítulo si otros menesteres más urgentes e importantes lo requieren. Me ha gustado comprobar que es fiel a un estilo, desde la primera novela los capítulos empiezan con la definición de una palabra, esta nos da una pista de por donde se va  mover la acción, y al no utilizar un solo diccionario los que por una razón u otra estamos familiarizados con su uso, o al menos yo, me he visto elucubrando a cuál de ellos pertenecería la definición o si sería de la cosecha del propio autor.

Para contarnos la historia se vale de los diálogos y de las descripciones, utiliza los primeros para que las páginas avancen a pesar de que la investigación pueda estar atascada o varada, para que conozcamos a los personajes, algunos de ellos reales como los profesores de la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, que no por serlo se libran de estar en el punto de mira y de sospecha, me ha gustado mucho ese punto, otros como en toda obra de ficción fruto de la imaginación del autor, sin embargo, tan reales, tan bien dibujados que bien podrían ser reales. Las descripciones las deja para los paisajes, para los edificios, las playas, la fauna y incluso la flora de las Rías Bajas, y yo las he disfrutado como una niña pequeña.

Me hubiera gustado conocer cuando visité Vigo la escuela de Artes y Oficios, me hubiera gustado visitarla, si eso es posible que lo desconozco, me he enamorado de lo que nos cuenta sobre ella Domingo Villar, quizás porque vengo de una tierra en la que se cuece cerámica, quizás porque soy madre de músicos y el oficio de luthier no me es desconocido, aunque mis hijos tocan otro tipo de instrumentos, viento metal, quizás porque la paciencia no es mi fuerte y son oficios que requieren de una gran vocación y grandes dosis de la virtud de la que yo carezco, me he recreado en esos pasajes, y los he disfrutado tanto, que incluso he releído algunos solo por el simple placer de hacerlo, imagino al autor documentándose sobre el tema, visitando la escuela, entrevistándose con sus profesores, los imagino a ellos eligiendo la madera más adecuada para cada pieza, y trabajarla con mimo, dedicándole algo de lo que andamos muy faltos en esta sociedad, tiempo.

Otra de las disciplinas que allí se imparten es el dibujo, y ahí si que en otros tiempos se me dio bien, no puedo decir que derrochara paciencia, porque cuando no salía lo dejaba durante días hasta que encontraba de nuevo el camino, pero nunca intente dibujar al natural, lo mío era menos sotisficado, quizás por el dibujo que aquí se nos presenta requería de de dos virtudes que no poseo, y no creo que a estas alturas vaya a poseer la constancia y la paciencia. Y fíjate que en esas paredes pude verle un trazo de ironía a Caldas que me hizo reír, cosa a lo que no me tiene acostumbrada el inspector, aunque también he de reconocer que el mérito en parte lo tiene el maño que es un personaje bruto, pero muy puro, que actúa por puro instinto y sin maldad, aunque los gallegos y sus ambigüedades lo saquen de quicio.

Parte de la novela está ambientada en Tiran una pequeña parroquia situada enfrente de Vigo, conectada con la ciudad por un barco, de ahí el título de la novela, y ahí es donde se explaya el autor en las descripciones, y a cuenta de un biólogo inglés nos describe incluso las aves que podemos encontrar allí, el trabajo de las mariscadoras, las bateas de mejillones, la vida alejada del trasiego de las grandes ciudades, el carácter de la gente que vive en zonas rurales,  la forma de vida mucho más tranquila, el tipo de amistades que se forjan. Me he enamorado de esos pasajes, no me ha sobrado ni una sola línea, ni un sólo párrafo, se que no a todos los lectores les gusta recrearse y el ritmo pausado de las descripciones, pero a mi me hacen viajar hacia una zona que no conozco, sin moverme del sillón de lectura y eso me aporta mucho placer.

Ese contraste entre la vida de la ciudad y las zonas más rurales también queda patente en la vida que lleva el padre de Leo Caldas, un hombre que vive en un paraje solitario, al cuidado de las vides y el vino que embotella, es difícil no enamorarse de ese entrañable anciano que pretende vivir la vida a su manera, sin tener miedo pese a la insistencia de su hijo de que coloque barrotes en las ventanas. El padre del inspector nos da lecciones de vida, y su libro de idiotas es memorable, en esta entrega a pesar de su extensión tiene pocas apariciones estelares, pero todas dignas de mención.

Otro de lo temas que bordean esta novela o que la sostienen por entero son las relaciones paterno filiales:

La que el doctor Andrade mantiene con su hija desaparecida, una relación poco cordial dadas las altas expectativas que el padre había puesto en su única hija y que esta se ha encargado de tirar por los suelos una y otra vez, una relación que descubriremos a través de diálogos en los que nos será muy fácil meternos en la piel de Mónica y no sabremos calzar en muchos momentos los zapatos del doctor, al menos a mí me ha resultado un personaje repelente por momentos, aunque puedo entender su preocupación me cuesta comprender la forma que tiene de aprovecharse de su posición social y de su buen hacer como cirujano para intimidar a todos los estamentos y presionarlos.

La que Rosalía Cruz mantiene con su hijo Camilo, un chico especial que rehuye el trato con la gente, y que en cambio posee el don de dibujar como si fuera una fotografía escenas que solo ha visto durante escasos minutos, quizás esta relación ha sido la que más me ha marcado, porque me he intentado meter en la piel de la madre y dolía tanto que no era capaz de aguantar el coraje de esta mujer, en cambio no he sido capaz de meterme en la piel de Camilo, a pesar de que se explica muy bien que enfermedad padece, y las descripciones a través de los diálogos son muy visuales, no he podido meterme en su mente, hasta casi el final, y si lo leéis comprenderéis porque, solo en ese momento me inundó la rabia y supe que podía sentir una persona como él.

Y por último la que mantiene el propio inspector con su padre, una relación cercana, marcada por la pérdida temprana del referente femenino de la familia, parece que por momentos los roles se invierten que es Leo quien se preocupa por su padre, por su bienestar, el que como policía teme que pueda ser asaltado por la noche. Sin embargo, su padre a pesar de los años sigue protegiendo a su cachorro, le sigue dando consejos, lo sigue consolando, consigue que salga de los episodios de letargo.

Domingo Villar parte de la desaparición de una persona adulta denunciada por un padre con el que la desaparecida no guardaba buena relación, nada hace presagiar que haya podido sucederle nada, faltan unos pocos enseres en su casa, la vieron salir de madrugada para coger el barco y nadie ha pedido un rescate por ella. Todo parece apuntar a que se ha ido durante unos días. Sin embargo, hay ciertos flecos que hacen dudar al inspector, no ha pedido a nadie que se haga cargo de su gato,  se ha dejado unas pastillas anticonceptivas, y no avisó en el trabajo de que no iba a acudir aún cuando estaba a cargo de las tutorías por estar de viaje el profesor titular.

Con estas premisas Domingo Villar nos presenta una investigación a la española, sin los grandes trucos que podemos ver en las series de CSI, una línea mucho más pausada, que depende de que el juez autorice ciertos pasos, que llega a puntos muertos, una investigación en la que se ha de volver una y otra vez sobre los mismos informes, a hablar con las mismas personas, para encontrar ese hilo del que tirar, para confirmar o rebatir hipótesis, de ahí que aunque siempre se esté trabajando el padre de la desaparecida tenga la impresión de que no se hace nada por encontrar a su hija y siga apretando las tuercas en todos los estamentos. Disfruto tanto con estas investigaciones, me parecen tan creíbles, tan reales y verosímiles. Leo Caldas va poniendo todas las pistas sobre la mesa, no se guarda ningún truco, de hecho yo descubrí mucho antes que el inspector que había pasado y quién estaba detrás. Con ello no quiero decir que esta lectura sea previsible, hay gente que llega al final y no ha sido capaz de descubrirlo, supongo que llevo muchos libros leídos, o quizás estaba con los cinco sentidos puestos en la lectura, cosa que siempre no me es posible.

Igual es por deformación profesional pero me ha llamado la atención el papel de la prensa y de cierto periodista en el caso, y es que como buen sabueso Losada es incapaz de soltar un titular cuando lo huele, y unas pocas palabras de Leo Caldas lo ponen en alerta. La policía no suele confiar en la prensa puesto que pueden hacer variar las líneas de insvestigación. El papel de Losada y sobre todo ese programa especial que prepara me pusieron los nervios de punta, yo desde luego no lo hubiera llevado de esa forma, y sobre todo no hubiera apuntado una línea de investigación que la policía ya tenía descartada no se puede negar que da juego, y que supone una crítica velada o quizás no tanto al papel que asumen ciertos profesionales y ciertos medios de comunicación, y como no las repercusiones que tienen en las personas que se ven afectadas. Ese retrato me ha parecido muy realista, en pequeñas comunidades como Tiran ciertas sospechas verbalizadas pueden complicarle la vida mucho más a las personas señaladas.

Me ha sorprendido, aunque no será porque lo he visto en infinidad de ocasiones, como la vida puede ser muy traicionera y darte una mala mano que te condene a la peor de las soledades, a aquella en la que estas rodeada de muchas personas. El personaje de Napoleón me ha llegado al alma, reinventarse o morir, no hay verdad más certera, pero la conversación entre el vagabundo y el inspector se me quedó dando vueltas en la cabeza durante muchos días, quizás demasiados y me hizo tomar conciencia de lo efímero que es a veces el éxito y la felicidad.

Domingo Villar es un enamorado de su tierra, aunque vive en Madrid desde hace años, de su gastronomía, de sus gentes. Nos descubre enclaves en los que degustar la cocina gallega como el Marusia en Tiran, el Bar Puerto o A Taberna de Eligio en Vigo. Y como no es un gran embajador se sus caldos, de los vinos gallegos. Posiblemente es de los pocos autores que escriban al mismo tiempo en su lengua materna y en Castellano, no lo traducen si no que el escribe al mismo tiempo la versión en castellano y en gallego, en una expresa mejor los sentimientos y la otra le da la sonoridad y musicalidad que la primera no tiene.

Me he dejado cosas en el tintero, algunas seguramente por olvido, otras a propósito para que las descubráis vosotros, para no daros ninguna pista sobre ese final que supone un broche de oro para la novela, aunque lo intuyera mucho antes de que el autor lo apuntara. Solo me queda recomendaros esta serie, y si habéis leído las anteriores novelas que no os asusten el número de páginas de esta, eso sí no es un libro cómodo para llevar a cuestas, si tu intención no es leerlo en casa mejor compras una edición en digital.

Conclusión:

Ha valido la pena esperar estos diez años, Domingo Villar nos presenta una novela madura, reposada, hecha a fuego lento, con mucho amor por su trabajo, por los personajes y mucho respeto por el lector que se tiene que enfrentar a su obra. Y eso se nota en el resultado final, una historia cuidada, con una prosa concisa, con unos diálogos magistrales que te sitúan en la trama y que te ahorran algunas descripciones. Y las muchas de estas últimas que encontramos se refieren a enclaves y paisajes de Vigo, las Rias Baixas, de su flora y fauna, y a mi al menos ni me ralentizaron la lectura, ni me aburrieron, las disfruté como una niña.

Nos encontramos ante una novela coral, con muchos personajes, algunos de ellos reales, a los que descubrimos a través de diálogos ágiles, la historia sin embargo avanza a ritmo pausado al principio como suelen hacerlo las investigaciones policiales y a partir de un determinado punto al lector le entra ansias por saber, la narración sigue siendo pausada y reflexiva y sin embargo da la sensación de que avanza más rápidamente.

El autor nos presenta una estructura cómoda, como capítulos cortos y conclusivos, no pretende imprimir un ritmo rápido a la lectura, no corta la narración en el punto álgido, si no más bien nos presenta un conjunto de pequeñas historias que terminan dando lugar a la novela final. A pesar del gran número de páginas, esta estructura y la letra más bien grande que no es normal en libros de esta envergadura le proporcionan al lector unas agradables horas de ocio lector.

He echado de menos un poco más de protagonismo en personajes cómo Rafael Estévez y el padre de Leo Caldas, entiendo que ambos se comían el protagonismo del inspector, y que el autor quisiera que este recuperara su posición en la serie, sin embargo para mí esos momentos de humor eran tan desestresantes, que los he echado de menos. En esta entrega no he sido capaz de lanzar una carcajada sonora como en las anteriores y eso que el maño sigue tan bruto como siempre, y el carácter de los gallegos lo siguen sacando de quicio.

Una novela redonda, con un final que no desmerece la trama, he disfrutado con mi paseo en barco en la cubierta de El Pirata de Ons, quizás porque yo también me mareo como Caldas, me ha encantado recorrer en bicicleta el trayecto desde la casa de Mónica hasta el puerto de Moaña, he disfrutado de los paseos por la playa, de las conversaciones con las mariscadoras y con el biólogo inglés. Me he quedado con las ganas de recorrer in situ la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, y he disfrutado con los Caldas tanto de las catas de vino, como del foie grass de oca, como de las viandas gallegas.

Más vale acometer este tipo de lecturas con el estomago lleno y no tener a mano un buen vino blanco fresco, porque se te antoja. Muy recomendable, pero si no has leído la serie, comienza por el primero seguro que agradeces el consejo.

Y tú ¿ Has leído El último Barco? ¿Compartes conmigo tus impresiones?

Os dejo algunas fotos del encuentro con Domingo Villar en la Feria del Libro de Madrid, un placer a haber compartido contigo un ratito entre firma y firma




jueves, 13 de junio de 2019

Madera de savia azul. Jose Luis Gil Soto

Con Madera de savia azul he podido constatar lo importante que es la sección en la que la editorial encuadra un libro, supongo que no soy la única lectora que huye de algunos géneros porque no hay manera humana de que me lleguen, siempre tengo un pero, y si soy sincera si no creo en dragones, seres mitológicos, gnomos, hadas, difícilmente la culpa la tiene la novela en cuestión, más bien está en mis gustos y en mi bagaje.

Y todo esto os lo cuento porque ya tenía descartado este libro cuando Ana Kayena llegó con la noticia de una simultánea en #SoyYincanera y yo por activa y por pasiva quería bajarme de ella por el bien de la novela. No es difícil intuir que si el género no me gusta difícilmente la experiencia podría resultar placentera y  por ende mi opinión resultaría poco válida a lectores que seguro disfrutan de él.

Como no es lista la madrileña ni na, empezó a leerlo antes de darme la noticia, llevaba más de cien páginas y no había visto el corte fantástico por ningún lado y con la confianza que dan los años trabajando codo con codo me aseguró de que disfrutaría como una enana porque estaba más cerca de la ficción histórica de lo que me pudiera imaginar.

Vencí mis reticencias y me lancé a la aventura de una nueva lectura simultánea con el temor todavía en el cuerpo, y hoy tras haber disfrutado cada una de sus páginas, y si me apuras cada una de sus líneas no me arrepiento de haber cambiado de opinión, de haberme sumergido en ese viaje épico y haber acompañado al pueblo de Ariok en ese éxodo a la tierra prometida.

Si como a mí no te gustan las novelas fantásticas, no temas abordar Madera de savia azul, porque si bien la trama sucede en un reino inventado por el autor, y adoran a diversas deidades, el resto de la historia es perfectamente verosímil, ha salido de la mente del autor, pero  hubiera podido pasar. Para mi nos encontramos más ante una novela épica, de aventuras o ficción histórica que de fantasía.

Una vez puntalizado esto, me meto en harina que no se si seré capaz de hacerle justicia a lo que yo considero UN NOVELON y no precisamente por el número de sus páginas que bien podría serlo, que sin anestesia son más de seiscientas, así que cuidadín con las contracturas si eres de las que sólo lee un libro y no lo compaginas con ninguno más porque el bolso puede convertirse en un arma de destrucción masiva, tanto para quien ose apropiarse de él como para tus hombros y caderas.


El autor:

José Luis Gil Soto nace en Badajoz en 1972, es ingeniero agrónomo, estudiante de Humanidades y novelista. Autor de numerosos guiones literarios y publicitarios, es autor de las novelas La traición del rey (2008), La colina de las piedras blancas (2010) y la dama de Saigon (2014). Aficionado a la historia, estas obras recrean episodios del pasado de España.

Ahora con Madera de savia azul, deja a un lado el género histórico para ofrecernos una novela en la que cada lector encontrará personajes, dilemas y conflictos con los que conectará profundamente. Una gran historia como las de antes, de la que no querrás salir nunca y cuyo emocionante final dejará una huella imborrable en tu memoria.

Puedes encontrar al autor en:

Twitter @glgilsoto

Facebook e Instagram: @joseluisgilsoto



Sinopsis:

El destino de un niño.

Erik tiene apenas cuatro años cuando pierde a su madre en el gran terremoto que destruye Waliria, la capital de Ariok. Su padre, el carpintero Bertrand de Lis, y Astrid, la humilde viuda de un herrero, no pueden imaginar que la catástrofe no solo cambiará sus vidas para siempre, sino que, sin quererlo, les hará dueños de secretos que nunca hubieran querido tener que guardar.


El viaje hacia un reino de leyenda.


Tras el desastre, y alentado por una profecía, el rey decide emprender con su pueblo un peligroso viaje hasta tierras del sur. Una gran caravana se pone en marcha. La esperanza, el miedo y la ambición viajan con ellos.


La búsqueda de un padre.


A Bertrand solo le queda su hijo, y su única preocupación es cuidarle, pero un hecho inesperado cambia el rumbo de sus vidas. Así, quien era solo un hombre bueno y sencillo, se convertirá en protagonista de una aventura épica, impulsada por el profundo amor a su hijo y su deseo de volver a reunirse con él.

Una gran novela, llena de emociones y aventura, que nos traslada hasta un mundo medieval legendario para mostrarnos las grandes pasiones que, desde el principio de los tiempos, mueven al ser humano.

Mis impresiones:


Madera de savia azul comienza creando intriga, en una estancia forrada en madera del suelo al techo, una vieja aya se dispone a contarle a la princesa una historia, pero no una cualquiera si no su propia historia, la que lleva muchos años guardando y que la ha corroído porque sus hombros no estaban preparados para tanta responsabilidad en el peor momento de su vida.

Así en el tono reposado de una mujer cansada que ve como la vida se le escurre de las manos y no quiere llevarse con ella la esencia de quién es la persona llamada a reinar en Ariok, comienza una relato que nos llevará desde Waliria a los Grandes Lagos. Un éxodo no exento de peligros, aventuras, y como no desventuras que hará las delicias del lector de cualquier género, que a pesar de su grosor irá avanzando unas veces lentamente y otras con más rapidez, porque el autor sabe dosificar la intriga, maneja el arte del diálogo y del monólogo, y ha sabido crear unos personajes que de tan reales se salen del papel y se convierten en carne y hueso para quedarse con el lector mucho tiempo después de haber cerrado la última página.

Lo que relata el aya a la princesa está narrado en primera persona, después la voz pasa a la tercera persona del singular y un narrador omnisciente nos cuenta una aventura mucho más amplia en la que el pueblo de Ariok es el protagonista absoluto, pero dentro de este gran pueblo existen unos secundarios de lujo que van a ser los que nos van a montar en una montaña rusa, en las que unas veces reiremos y otras las más nos angustiaremos, porque yo no soy llorona, pero seguramente a alguien le pueda provocar el llanto y otras nos enfadaremos con la situación, con los personajes, con el destino en general. Una novela que desde luego no dejará indiferente al lector, en la que el autor está hábil con los giros, y en la que en todo momento pasa algo.

Toda aventura suele comenzar con un desastre de la entidad y magnitud que sea, pero por regla general hoy y siempre el ser humano suele ser acomodaticio, así que para lanzarse al vacío y sin red como el pueblo de Ariok algo tiene que destruir su bienestar. En este caso es un terremoto que asola la capital del reino, termina con parte de su población y obliga a su rey a tomar una decisión, reconstruir la antigua Waliria, o ir en pos de una leyenda como prometió un día a su difunto padre.

Magmalión, el rey de los arokies es una persona responsable, cabal, que sopesa bien los pros y los contras, sabe que van en busca de algo que ni siquiera saben si existe, aunque él fervientemente cree que sí, pero sobre todo no saben bien donde está, a que peligros se van a enfrentar, aunque sí tiene claro que no todos van a llegar, y también que no pueden permanecer en la ciudad porque bajo los escombros hay muchos cadáveres y las ratas campan a sus anchas.

Los súbditos con el alma algún encogida por el dolor de la pérdida de sus seres queridos, se ven ante una disyuntiva difícil de asimilar, seguir a su rey en busca de una tierra fértil, o quedarse a morir en aquella explanada porque entrar a la ciudad y sobrevivir en ella no es una opción. Entre estos arokies se encuentran Bertrand de Lis y Astrid, el primero ha perdido a su mujer, Lizet y ha logrado salvar al pequeño Erik que pierde el habla, la segunda ha perdido a su marido y a su hija.

Ambos iniciaran el viaje en diferentes grupos, vigilándose por el rabillo del ojo, procurando cuidar entre ellos, hasta un momento en que el camino se dificulta y Bertrand pierde al resto de la expedición de vista, pero al mismo tiempo a su hijo. A partir de este momento el papel de Erik se hace mucho más importante en la novela, pero me vas a permitir que te recomiende internarte en la historia para descubrir porque.

La novela está ambientada en la Edad Media, las comunicaciones en aquella época eran lentas, las travesías arduas, este aspecto queda muy bien reflejado en el libro, igual que la vida en la Corte, la división en gremios y la importancia de estos en una gran ciudad. Bertrand es maestro carpintero, de ahí la importancia de la madera en la historia y en el mismo título, de ahí la importancia que cobrará la estancia en la que se encuentran el aya y la princesa, de ahí que mi me apeteciera visitar ese palacio y en especial la habitación del monarca. Mi mente que en ocasiones se desboca pudo incluso visualizar parte de esa decoración, imaginar las casas que construía sin tener ni la mas remota idea de construcción.

José Luis Gil Soto consigue que la novela pase en ocasiones ante tus ojos como si de fotogramas se tratara, y las situaciones que pasa el pueblo no son precisamente un camino de rosas, más bien podríamos decir que atraviesan caminos de espinas y que estas no parecen tener fin. El autor es minucioso en sus descripciones, y no le ahorra al lector escenas escabrosas y hay algunas que a fe reconozco que me enrabietaron, cabrearon y un sin fin de adjetivos que no quiero pronunciar y casi todas esas escenas iban unidas al villano de esta novela, porque haberlo haylo, y el lector lo odia desde su primera aparición, pero no solo a él, también al instigador de tanta maldad, su padre, porque al proyectar su larga sombra sobre él lo convierte en más malvado de lo que por naturaleza es.

Habréis podido imaginar que nos encontramos ante una novela coral, en la que la mayoría de los personajes están bien dibujados, con matices, tanto física como psicológicamente, aunque lo segundo predomina, ningún personaje por poco peso que tenga resulta gris o plano, y al lector no le resulta indiferente, le puede gustar más o menos, le puede inspirar ternura, odio, pero resultarle indiferente pocos. Entre ellos destacan, Bertrand, Astrid, Erik, Elisheva, la princesa Shebaszka, Barthazar, Gabiok, la Gran Aya, Dragan, Willem...

Muchos y muy variados y aún así quien se adentra en sus páginas no tiene la sensación de perderse y de necesitar un árbol genealógico para situarse y eso es lo sorprendente de esta novela, que va avanzando y al tiempo que unos personajes se quedan por el camino aparecen otros, y en un momento dado, cuando Bertrand se separa de la caravana, nos encontramos con dos historias paralelas, la del pueblo de Ariok en busca de ese lugar de leyenda para asentar su capital, y la lucha de Bertrand por encontrar a su hijo y aún así en todo momento sabemos de quien se habla sin necesidad de fichas, ni apuntes.

En Madera de savia azul José Luis Gil Soto aborda temas que son tan antiguos como el mismo mundo y la vida, el amor en todas sus variantes, el dolor ante la pérdida de seres queridos, la envidia, la ambición, la maldad, las intrigas en la Corte, el poder, el todo vale para conseguirlo, los sacrificios en pos de un bien común, el instinto de supervivencia, la venganza... Y si algo nos queda claro es que la felicidad es efímera, que hay que vivir el día a día porque no sabemos que ocurrirá mañana, si vamos a seguir teniendo a la persona que amamos al lado, si la estabilidad de la que disfrutamos va durar o no.

Al tiempo que aborda un oficio fascinante de la mano de Bertrand de Lis, el trabajo con la madera, tanto en la elaboración de pequeños y grandes muebles, como en empresas más laboriosas como la construcción de casas, o en la decoración. De la mano de Bertrand recorreremos todo el camino lo veremos crecer como maestro carpintero, lo veremos posponer una y otra vez la búsqueda de su hijo que es el motor principal de su existencia, con él sufriremos y reiremos, experimentaremos la crudeza de la vida del bosque, la maldad que se gastan algunos, el salvajismo de los nómadas, las reglas que rigen en ese mundo olvidado de la civilización, la jerarquía de un jefe...

De la mano de Astrid conoceremos la vida en la Corte, sus intrigas, los personajes nobles aunque no en acciones, viviremos con ella la zozobra de no saberse segura, de ser depositaria de un secreto demasiado pesado para sus endebles hombros. El caprichoso destino la pondrá  un sinfín de ocasiones en una disyuntiva que ella tendrá que resolver de la forma que más convenga al reino, aunque con ello dañe a las personas que más quiere.

Si he admirado a Bertrand desde el principio, con Astrid he mantenido una lucha interna en la que no siempre salía bien parada, el autor ha sido diestro a la hora de manejar las emociones del lector que en un momento dado coinciden con las de la misma princesa. Al menos yo he sido capaz de comprenderla, y sinceramente creo que hubiera actuado igual que ella, era demasiado lo que estaba en juego, pero hay que dar tiempo a la narración, a que el autor vaya descubriendo sus cartas, que son muchas y muy variadas.

No puedo más que recomendar esta lectura que estoy convencida hará las delicias de cualquier lector, tenga la edad que tenga, y frecuente el género que frecuente. José Luis Gil Soto tiene oficio, sabe escribir, y sobre todo sabe narrar, sabe contar una historia con maestría de manera que atrape al lector y termine olvidando que tiene entre sus manos un libro de más de seiscientas páginas, y solo pretenda conocer y descubrir en que termina esa gran aventura que empieza el pueblo de Ariok.

Soy consciente de que me dejo muchas cosas en el tintero, unas porque quiero que las descubras tú, de la misma forma que las he descubierto yo, otras por incapacidad para hacer honor a esta historia, pero espero que al menos a partir de mis letras te animes a darle una oportunidad a este libro, porque estoy segura de que no te vas a arrepentir.

Conclusión:

A riesgo de repetirme, Madera de savia azul será mi libro revelación de 2019, una novela que no hubiera elegido por estar encuadrada por la editorial en el género fantástico y que me ha procurado muchas horas de buena lectura.

UN NOVELÓN, que cuenta con unos ingredientes atractivos y con un cocinero de excepción que sabe cocinar la historia a fuego lento, como las abuelas preparaban los pucheros, dejando que soltaran toda su esencia. Así es esta historia, una narración cuidada, lenta, que avanza al ritmo que las comunicaciones en la época en la que se ambienta, y el resultado es una historia bella, como la prosa del autor y los personajes que con gran tino ha sabido crear.

Si como a mí no te gusta la novela fantástica, no descartes por ese motivo Madera de savia azul, porque te vas a encontrar con una amalgama de géneros y lo único que tiene de fantasía es el lugar en el que transcurre, que ha salido de la mente del autor, todo lo demás bien podría haber pasado, es muy verosímil, y te vas a encontrar historias de amor, de desamor, traiciones, la lucha del hombre contra la naturaleza, intrigas en la  Corte, celos, maldad, engaños, venganzas ...

¿Se puede pedir algo más?  Sí tiempo para disfrutar de este tipo de historias y autores valientes que se atrevan a escribirlas.