Recuerdo de mi época universitaria el agobio de los meses de exámenes y de cómo la risa me evadía y me renovaba las neuronas, las dejaba descansadas. A pesar del poco tiempo del que disponía siempre elegía una película cómica, de esas para soltar adrenalina a carcajada limpia, películas que nunca hubiera elegido si no hubiera sido en ese contexto.
Casi quince años después de haber dejado mis estudios universitarios, me he impuesto el reto de estudiar unas oposiciones, y estoy anquilosada, he perdido el hábito de estudio y sobre todo no soy la muchachita despreocupada y sin obligaciones que era entonces. Y para ser sincera en ocasiones ese reto que me he impuesto me supera y me agobia en demasía.
Pero ahora no dispongo de tiempo para irme al cine, ni lo tengo tan a mano como en mi época universitaria, así que intente sustituirlo por un libro en clave de humor. Y me acorde de la recomendación que me hizo Sinuhé hace ya unos meses en una entrada del blog, así que me fui a la biblioteca con la intención de sacar Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza, y sorpresivamente encontré en mi camino El asombroso viaje de Pomponio Flato, del mismo autor. La contraportada me sedujo en demasía y como decía estar escrita en clave de humor, me termine llevando esta.
Era la primera novela que leía de este autor y creo que no comencé con buen pie. El argumento prometía mucho, pero se quedó en eso en una mera promesa. La risa que anunciaba se quedó tan sólo en media sonrisa. El lenguaje de la narración es demasiado artificioso, y ampuloso, y lo utilizan por igual las altas capas sociales, y los mendigos, los adultos y los niños… esto terminó descolocándome tanto que si termine la novela fue por conocer que se escondía detrás.
Define la obra el autor y la crítica como una parodia de las novelas detectivescas, pero este género a penas se esboza, más bien es un pretexto, como novela detectivesca hubiera fracasado. Una amalgama de personajes unos históricos y otros inventados desfilan a lo largo de sus 190 páginas. Mezcla las costumbres judaicas, con los dioses romanos y las costumbres de esta tierra e incluso los dioses griegos tienen su representación y su momento de gloria.
Pomponio es un romano de la orden ecuestre como se encarga de repetirnos en múltiples ocasiones, un estudioso de la naturaleza que busca la fuente de la sabiduría y se dedica a probar el agua de cualquier riachuelo, charca, cualquier emanación de agua que se cruza por su camino, esto ha provocado que su salud se resienta y sienta molestias intestinales que reflejan incluso su propio apellido. En sus desventuras llega a Nazaret donde conoce a Jesús, hijo del carpintero del pueblo de nombre José, que ha sido acusado del asesinato de un rico comerciante y condenado a morir en la cruz. Jesús contrata a Pomponio para que demuestre que su padre es inocente y de ahí emana la trama detectivesca que se limita a una serie de conversaciones con los personajes y a la exposición de la conclusión al estilo de Agatha Christie, con todos los implicados reunidos.
La novela es un tanto escatológica con demasiadas ventosidades y aerofagia. Es un proyecto valiente puesto que no es fácil parodiar las sagradas escrituras, desfilan un sinfín de personajes que a cualquier cristiano le son conocidos, María, José, Jesús, Isabel, Zacarías, Juan (Bautista), Berenice o Verónica, Lázaro, el Sanedrín, la autoridad romana que no se llama Poncio Pilatos, pero tiene su réplica, Herodes, e incluso hay una prostituta que no se llama María Magdalena, pero si ejerce la profesión más vieja del mundo, incluso hay un bandido que termina cambiando su nombre por el de Barrabás. Pomponio en un ejercicio de elocuencia da a entender en muchas ocasiones que conoce el futuro que le espera a Jesús, ¿es vidente? Si el motivo de la novela es la parodia cómo puede una persona no conocedora de la Biblia darse cuenta de este hecho. Al mismo tiempo se mezclan las deidades propias del régimen, y también los griegos con su concepción de la vida tienen su porción de pastel, con referencias continuas a Platón y sobre todo con la presencia de un personaje que encarna al dios Apolo.
En fin creo que no he acertado la obra con la que acercarme a Eduardo Mendoza, la novela me ha dejado indiferente, no me ha servido para el propósito que perseguía, en ocasiones la ampulosidad del lenguaje me resultó pesada, otras veces me desconcertaba el uso de los tiempos verbales. La novela esta concebida como una epistola narrada en presente a Fabio, y el uso en ocasiones del pasado llega a despistar, en ocasiones pierde de vista el propósito que pretende que es contarle como se ha visto metido en la historia que le narra.
Que los dioses te guarden, Fabio, de esta plaga, pues de todas las formas de purificar el cuerpo que el hado nos envía, la diarrea es la más pertinaz y diligente.
De esta forma tan original comienza esta novela que se va diluyendo conforme avanzan las páginas. De todas maneras le daré otra oportunidad y leeré en cuanto pueda Sin noticias de Gurb por ver si me quito esta espinita.