miércoles, 29 de agosto de 2018

Todos los veranos del mundo. Mónica Gutierrez

Quizás este verano esté siendo menos verano que cualquier otro, nunca me ha gustado estudiar con calor, me cuesta concentrarme y me apetece hacer cualquier cosa antes que sumergirme en un temario que ocupa gran parte de mis 24 horas, porque como decía un compañero, vivimos para la empresa que trabajamos, pasamos allí ocho horas, y el resto lo dedicamos a un temario que es más de lo mismo, mientras las horas de luz se van disipando y cada vez los días son más cortos y también se va acercando la hora del examen y de nuestra liberación.

Porque sí, así siento yo este año las oposiciones, quizás porque estoy cansada, quizás porque ha hecho más calor de lo normal, quizás por los horarios imposibles de trabajo, o quizás porque los amigos de lo ajeno me han complicado un poco la vida, sea como sea, necesito que pase septiembre, con el resultado que sea, pero que pase.

Quizás por eso el libro de Mónica ha sido como un jarro de agua fresca, necesitaba una lectura amable, una historia que me hiciera olvidar por unos escasos momentos, porque mi tiempo brilla por su ausencia, estos meses que se están alargando en demasía. En pocas palabras, necesitaba volar, soñar, olvidar... y todo ello lo he conseguido gracias a Todos los veranos del mundo y lo mejor de todo dedicando muy poco tiempo a la lectura, sobre todo menos del que yo hubiera deseado.

Muchos pensaréis como podía estudiar después de comer, es que no lo hacía, no lo hago, trabajo de tardes, así que las horas que siempre he empleado para leer estaba atendiendo al público y sin oportunidad de hablar de lecturas, ni de libros, y no será porque no pasan lectores por mi puesto, si no porque todos vivimos con una rápidez inusitada que nos impide disfrutar de los pequeños placeres de la vida, hacemos lo que se supone que debemos hacer por encima de lo que nos apetecería hacer en cualquier momento.

Quizás por ello el libro de Mónica me ha hecho reflexionar, me ha dado alas para volar, me ha hecho sonreír y sobre todo ha añadido más historias a mi ya de por si larga lista de pendientes de lectura, que aumenta de forma exponencial a mi tiempo de ocio. No se si alguna vez leeré todo lo que quiero, pero si se que ahora tengo un puerto seguro al que acudir cuando necesite un remanso de paz, un baño de realidad cotidiana,  que me sacudan un poco con amabilidad, y por suerte tengo cuatro novelas pendientes, y alguna hay por el lector.

La autora:

Mónica Gutiérrez nació y vive en Barcelona. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona y en Historia por la Universidad de Barcelona. Apasionada lectora, escribe novela, relatos y poesía. En la actualidad compagina la escritura de ficción con la docencia y suele charlar de literatura con buenos amigos en su blog. Debutó en el mundo de la publicación con Cuéntame una noctalia, y las buenas críticas de Hotel a ninguna parte, su segunda novela, han mantenido a la autora durante más de un año en la lista de los más vendidos de Amazón. El noviembre de Kate (2016) fue su primera novela con Roca Editorial.

Sinopsis:

Helena no sabe como sobreviven las familias cuando coinciden todos sus miembros adultos bajo el mismo techo, pero está a punto de averiguarlo. Decidida a casarse en Serralles, el pueblo de todos los veranos de su infancia, regresa a la casa de sus padres para preparar la boda y reencontrarse con sus hermanos y sobrinos. La pequeña localidad al pie de los Pirineos ha permanecido casi inmutable en el tiempo, con sus amables habitantes y sus gratos recuerdos. Un lugar sin sorpresas, hasta que Helena tropieza con Marc, un buen amigo al que había perdido la vista durante muchos años, y la vida deja de ser tan tranquila en el pueblo. Quizá sea el momento de refugiarse en la nueva librería con un té y galletas, o acostumbrarse a los excéntricos alumnos de su madre y a las terribles ausencias. Quizá sea el tiempo de respuestas, de cambios y vendimia. Tiempo de dejar atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando.

Mis impresiones:

Todos los veranos del mundo es una historia agradable, con aires de nostalgia, un toque de romanticismo, un canto a la vida, al disfrute de las pequeñas cosas, a la valentía de vivir la vida y de enfrentar los cambios necesarios para conseguir pequeñas parcelas de felicidad. Es un canto a la amistad, a la fraternidad, a las relaciones humanas y sobre todo familiares. Es una dosis de realidad capaz de provocar un tsunami emocional con el simple aleteo de una mariposa.

Mónica Gutiérrez me ha sorprendido con su prosa, con su frescura al narrar, con sus diálogos, algunos de los cuales no tienen precio, con una historia tan cotidiana en la que los protagonistas bien podríamos ser nosotros o gente a la que conozcamos, cualquiera podríamos ser Helena, Silvia, o incluso el soñador Xavier, o Marc Saugrés y que lector no ha soñado con montar una librería en la que poder hablar horas y horas de libros en torno a una bebida caliente.

Con sus descripciones me ha transportado al jardín de la casa familiar de Helena, que buen refugio sería para mis tardes de verano con un libro en la mano, incluso para esas noches en las que apetece sofá, una manta ligera por aquello del fresco nocturno y un buen libro, y el aroma de las flores, incluso he sido capaz de oler ese jazmín que a Helena le molestaba tanto y que por la noche es especialmente aromático.

Todos los veranos del mundo me ha transportado a los estíos de mi infancia, yo los pasaba en un pequeño pueblo de interior, con amigos a muchos de los cuales con los años les he perdido la pista, también dejé de ir hace mucho tiempo, aunque allí continúa el apartamento y mis hermanas van de vez en cuando. Reconozco que cuando voy me invade la calma, que desconecto, pero a pesar de que no son demasiados quilómetros los que me separan, como a Helena me cuesta volver, a ella le pesan las ausencias, yo no soy capaz de saber porque.

Tiene a bien Mónica no presentarnos a una familia idílica, si no a una normal, con sus defectos y sus virtudes, con sus celos, sus envidias, una familia como la tuya o la mía, en la que los silencios en ocasiones se malinterpretan. Me reconozco en la madre de Helena, yo no soy mucho de exteriorizar mis sentimientos, la he comprendido, me he mimetizado con ella, a pesar que yo si soy de dar abrazos, porque con ellos transmito todo lo que mis palabras callan, o por lo menos soy de darlos a mi gente más próxima, tampoco voy invadiendo el espacio de personas que no conozco y que no se si los van a desear. 

En todas las familias todos los miembros no están cortados por el mismo patrón sin embargo, todos somos capaces de encontrar lugares de encuentro, abiertos a las confidencias, o a las gratas conversaciones, los diálogos entre los hermanos me han parecido una delicia, quería quedarme anclada en esos momentos, charlar con ellos, arrebujarme entre los tres junto a esa chimenea y poder ser cómplice yo también.

Y es que tendemos a callarnos muchas cosas cuando las penas compartidas son más llevaderas, por ello he valorado tanto esos pequeños momentos llenos de confidencia en los que se abre el alma y son capaces de desnudarla sacando a la luz sus miedos y verdades, asumiendo en muchas ocasiones sus culpas como Xavier ante una separación que el mismo ha provocado con sus silencios y ausencias. Y si hay un personaje que me ha provocado sentimientos dispares ese ha sido Silvia, tan libre, tan lenguaraz, tan con la verdad como espada, ha tenido a quién recordarme, pero al mismo tiempo se que personas así de auténticas cada vez quedan menos, porque la gente no quiere ser golpeada con la verdad, prefiere vivir en su ignorancia o en el mundo que se han creado muy a medida de una realidad inventada y del que no están dispuestos a salir.

Anna la sobrina de Helena encarna la ternura, la madurez, la inocencia, esa niña de doce años me ha llegado al alma, ha sido capaz de sacudir a su tía, de conseguir lo que sus hermanos y su madre no han logrado ni que se plantee, la pureza de ese personaje es bestial, tiene las apariciones justas, en los momentos adecuados, intentado buscar complicidad con una persona que no es tan distinta a ella, y de soltar verdades capaces de remover a nuestra protagonista como no lo consigue su hermana Silvia, las dos conversaciones así más serias entre tía y sobrina son para enmarcar, para releer, para quedarse a vivir en ellas. Quizás exagere, pero es mi opinión.

He confesado ya que es la primera novela de autora y que no será la última así que encontrarme esa librería ha sido toda una sorpresa, en un pueblo pequeño no suele haberlas, y que además no tenga lo más comercial ya es de por sí raro, pero que su librero esté más interesado en conversar de literatura y tomar un te con bollos que de vender libros, ya lo convierte en un rara avís. Me he enamorado de la Biblioteca voladora, no tanto de su propietario Jhonathan Strenge, aunque al final le cogí cariño. Ese guiño de Mónica al placer de conversar de libros, a la LITERATURA, sí en mayúsculas, ese repaso por grandes obras literarias y autores, ese recuerdo a Alicia en el País de las Maravillas, me ha robado el corazón.

Si un personaje me hizo soñar ese fue Marc Saugrés, el eterno Peter Pan empeñado en que su Wendy aprenda a volar, un soñador con los pies en el suelo, el que vuelve del revés el mundo cuadriculado de Helena, el que le hace replantearse si es esa vida la que realmente desea, o quiere aprender a volar. Marc es ese bohemio que un día coge las riendas de su vida, se estampa y pretende recoger sus pedacitos para empezar de nuevo, resurgir de sus cenizas cual ave fénix, aunque cada vez nota que le quedan menos fuerzas y menos ilusiones.

Esta novela tiene un final previsible, lo estamos esperando casi desde el principio, yo juraría que incluso estamos deseándolo tal es el poder de Mónica al narrar, si hay un personaje que no he soportado es a Jofre, al juez Dredd. Me ha parecido un ser frío, inhumano, calculador y no he encontrado redención posible en toda la historia, ni siquiera cuando las tornas se vuelven en su contra, ni en ese momento sentí empatía con él, con su forma de vida, con lo que representa.

Cada personaje de esta novela encarna un valor Xavier el romanticismo, Silvia la libertad, la madre de ambos la superación, el huésped despistado el humor, Marc Saugrés el tesón, Helena la sensibilidad, la pequeña Anna la madurez, Miquel la inocencia, el vikingo nórdico la solidaridad, y todos y cada uno de ellos aportan un granito de arena para hacer de esta novela una agradable lectura que no desearías que acabara nunca.

Conclusión:

Mónica Gutiérrez nos cuenta de forma sencilla, situaciones más o menos cotidianas, nos ofrece una visión optimista de la vida y de la búsqueda de la felicidad en las pequeñas cosas que nos rodean o en los momentos compartidos con personas que queremos.

Nos ofrece un par de alas para volar, para soñar, para sentir que cualquiera es capaz de aprender a volar como Peter Pan, solo tiene que olvidar los miedos a los cambios, y ser capaz de afrontarlos con valentía y para ello cualquier estación del año es buena, pero ese final de verano en Serralles es perfecto, serás capaz de apreciar los sonidos de la pequeña población, la espesura del silencio, y el olor de las flores del jardín.

Te ruborizarás con Helena y Silvia, te emocionarás con Xavier, Anna y nuestra protagonista, querrás ser Wendy para conquistar a Marc Saugrés y tener pocos recursos para que el viquingo nórdico te trate con amabilidad. Sobre todo desearás tener una masia en el Pirineo y allí reunir a tus hermanos porque la complicidad en torno al fuego me ha dado mucha envidia.

No soy muy de etiquetas, y he descubierto que este tipo de novelas pertenece al género feel-good, solo sé que Mónica ha llegado para quedarse en mi estantería y que reservaré  sus libros para esos momentos en que los necesito como agua de mayo.

martes, 14 de agosto de 2018

ARDERAS EN LA TORMENTA. JOHN VERDON

Confirmado, soy un desastre con patas, y es que comenzar por la sexta de una serie cuando en la estantería esperan las primeras entregas no se puede calificar de otra forma, en mi descargo diré que cuando mi tiempo de ocio no cotizaba en bolsa la novela siempre estaba en préstamo, y cuando empezó a estar más libre aumentaron exponencialmente las novelas pendientes de leer y disminuyeron de forma considerable mis ratos lectores, en consecuencia las cinco novelas anteriores esperan el sueño de los justos en la estantería y he venido a conocer a Verdon y a su detective en la última entrega.

Después de terminarla y de casi sufrir un colapso por ese final que me dejó en estado de shock estoy deseando que pasen las oposiciones para poder dedicar parte de mi tiempo a liberar pendientes de la estantería, me he dado cuenta de que hay mucho y bueno entre sus baldas y le daré prioridad a la saga Gurney, porque parece ser que este que he leído no es el mejor de la serie y a mi me ha ganado como lectora.

El autor:

John Verdon trabajó en varias agencias publicitarias en Manhattan como director creativo hasta que, como su protagonista, se trasladó a vivir al norte del Estado de Nueva York en un entorno rural. Sé lo que estás pensando fue su primera novela, un éxito mundial. En 2011, Roca Editorial publica No abras los ojos, que también fue un éxito de crítica y ventas, a la que seguieron Deja en paz al diablo, No confíes en Peter Pan y Controlaré tus sueños. Su serie que protagoniza el carismático detective retirado David Gurney, es ya un referente del género negro y criminal.

Lo podéis encontrar en las redes en:

Twitter: @JohnVerdonSpain
Facebook: JohnVerdonSpainOficial

La Sinopsis:

La tensión ha ido en aumento en White River. El inminente primer aniversario de la muerte de un motorista negro por el disparo de una policía local inquieta a una población económicamente deprimida y racialmente polarizada, enfrentada por discursos incendiarios, manifestaciones airadas y casos de incendios y saqueos.

La situación en White River se vuelve realmente tensa cuando se producen más muertes en lo que parece ser una escalada de venganzas. Sin embargo, cuando Gurney se pregunta por la verdadera naturaleza de todo este baño de sangre y se centra en aspectos peculiariares de cada uno de los homicidios, el fiscal del distrito le ordena desvincularse de la investigación.

Obsesionado con los indicios que no corroboran la versión oficial de los hechos, Gurney decide actuar por su cuenta.

Mis impresiones:


Verdon ha supuesto para mí un gran descubrimiento, un autor inteligente con una prosa sencilla y ágil que atrapa al autor en su trama aunque esta al principio avance más lenta de lo aconsejado, aunque quizás debería haber dicho un doble descubrimiento, porque pocas veces un personaje tan sólido y evolucionado como Dave Gurney ha conseguido atraparme en su red de esa forma tan incondicional, hasta el punto de que si no tuviera por delante sesiones maratonianas de estudio y trabajo ya tendría encima de la mesita de noche sus cinco novelas anteriores, pero tendrá que esperar a octubre como mínimo.

En #SoyYincanera elegimos las lecturas con mimo, buscamos disfrutar comentando las lecturas, provocando un debate, resaltando aquellas frases que nos impactan, los personajes que nos atraen o los que nos repelen. En Arderás en la Tormenta hay de todo como en botica, pero sobre todo, hay un trabajo inmenso detrás, tanto en la creación de la trama, como en la de los personajes, algunos ya viejos conocidos de los lectores. Sin duda Verdon es un gran escritor, es capaz de denunciar problemas sociales americanos sin meter el dedo en la llaga de ninguna esfera de poder, aunque lo que pone de manifiesto en este libro no deja bien parado a ningún político y si me apuras tampoco a la mayoría de los policías, y medios de comunicación.

Mientras iba leyendo no podía quitarme de la cabeza esa sensación de dejà vu, no es lo que estáis pensando, no me refiero a que la trama me parecía copiada de otra novela, si no a que situaciones muy parecidas las había visto ya en algún telediario, más de una vez hemos visto la violencia de la que hace gala la policía contra la población negra. Incluso recuerdo un joven negro abatido porque supuestamente llevaba una pistola que no apareció junto al cuerpo. Me recuerdo reflexionando como no hay más motines por esa causa que desde fuera se me antoja muy grave.

Y precisamente eso es lo que plantea Arderás en la Tormenta, un motín o altercados provocados por una población negra empobrecida a propósito del primer aniversario de la muerte de un joven negro presuntamente inocente a manos de un policia. Nos encontramos con una ciudad al borde del colapso, con saqueos, incendios, y un rosario de muertes que siembran el desconcierto y el desorden público, y sobre todo el temor en las calles de White River. La profunda brecha entre la población blanca y la negra parece agrandarse por momentos y hacerse cada vez más insalvable. El odio aflora y se adueña de la situación.

Es bien conocido que hay dos sentimientos que mueven el mundo, el amor en sentido positivo, y el odio en el negativo, y en esta novela encontramos ambos, pero uno de ellos se va adueñando de la trama y la va empozoñando, va urdiendo un maquiavelico plan tan perfecto como sospechoso a ojos de un investigador avezado al que medrar políticamente le importa bien poco y no se conforma con las hipótesis de la línea oficial a las que le encuentra muchos cabos sueltos y mucho de conveniencia.

Verdon nos presenta una trama que va de menos a más, con un Dave Gurney que necesita de retos para ejercitar su cerebro, que no puede simplemente disfrutar de la naturaleza en la que se ha recluido, y por eso trabaja en una excavación en su propiedad y busca respuestas para cada hallazgo que hace. La situación que vive White River obliga al fiscal del distrito, Kline Sheridan a solicitar su ayuda, pero Gurney no se fía de sus intenciones, son viejos conocidos y no ve claro al fiscal, la balanza se inclina hacia el lado de la cooperación cuando recibe la visita de la viuda del policía abatido por un francotirador cuando hacía labores de control en una manifestación de la UDN.

Es conocido que detrás de todo gran hombre se esconde una mujer excepcional, en este caso, ella es Madeleine la esposa de Gurney, a la que el trabajo de este no termina de gustarle, la que lo intenta desalentar cada vez que se necesita su cooperación y que en esta ocasión lo impulsa a que acepte por empatía con la viuda del policía abatido. Gurney duda de la versión oficial desde el minuto cero, todo parece demasiado fácil, soplos muy oportunos, piezas que no encajan, y sobre todo una prisa mayúscula por parte de las autoridades en dar por buena una línea de investigación en la que todo parece encajar a la perfección sin tener en cuenta esas pequeñas estridencias que cada vez hacen más ruido, y cada vez molestan mas a Dave incapaz de dar por buena cualquier cosa.

Es ese ruido el que obliga a Gurney a pedir el consejo de un ex compañero de trabajo, tan ácido como agudo y sagaz. Hardwick es sin duda un personaje redondo, un contrapunto perfecto para Gurney, siempre dispuesto a echar una mano, incluso cuando las propuestas le parecen absurdas e incluso peligrosas. Es el pilar en el que se apoya Gurney cuando se encuentra en un callejón sin salida, quien le ayuda a ordenar las ideas, y le ofrece en ocasiones un punto de vista que a él se le ha escapado, sin duda un buen tandem, que a mi me ha hecho disfrutar como una enana.

La situación en White River se hace insostenible cuando los cadáveres se multiplican, cuando parece todo ser fruto de venganzas interraciales, en las que siempre hay algo que no encaja, ¿porque iba la UDN a asesinar a los únicos policías que simpatizaban con su causa e investigaban los abusos policiales contra la población negra? También en el asesinato de los activistas de la UDN parece haber cabos sueltos que nadie quiere ver. Cuando la investigación parece encaminada y hay sospechosos estos aparecen muertos, y Gurney se encuentra en otro callejón sin salida, pero milagrosamente no así el jefe de policía Dell Beckert, siempre parece contar con un informador que le endereza la investigación.

Aunque podría parecer que la novela trata de poner de manifiesto las profundas desigualdades entre la población negra y blanca en la tierra de las oportunidades, ese no es el tema principal, sino uno accesorio del que se vale el autor para denunciar la manipulación de los medios de comunicación en las campañas políticas. El poder de quien los controla para manipular por ende a los espectadores y futuros votantes, de ahí que Sheridan, Beckert, el alcalde y Cloutz todos cargos electos no atendieran tanto a los cabos sueltos de las endebles pruebas de las que disponían en aras a una pronta resolución del caso que les proporcionara votos en las elecciones próximas.

En America los medios de comunicación  son privados, en manos de magnates que apoyan a uno u otro candidato político en este caso es claramente visible la manipulación de la que hacen gala la televisión , con preguntas pactadas para un candidato y maliciosas para otro. Con la utilización de un presentador estrella para cantar las bondades del candidato apoyado por el dueño de la cadena y magnificar los defectos del oponente. El amarillismo del que hace gala la televisión americana es puesto en solfa por Verdon, incluso me ha parecido que lo ridiculiza y es que como periodista nunca he entendido porque los profesionales de la información se prestan a ese juego manipulador, a ese sensacionalismo barato que pretende mover los instintos primarios de las personas, sin dejarlas pensar, obligarlas a actuar en caliente.

Verdon va avanzando en la investigación con pasos lentos, seguros y con el único apoyo de Hardwick y Madeleine, se guía por corazonadas, por el instinto del sabueso que a pesar del retiro nunca ha dejado de ser, cada vez que una pieza encaja, se desencajan dos o tres, haciendo que se plantee varias hipótesis, giro tras giro el autor atrapa al lector en su red, hace que las páginas vayan fluyendo cada vez más rápidas hasta un desenlace vertiginoso y redondo, un final que deja al lector con la boca abierta, perplejo por no haber sabido ver todas las pistas que desde el primer momento anidaban en esos flecos que tanto chirriaban a Gurney y que no sabía como interpretar.

Nos encontramos ante un mago de la narración, un autor que cuenta historias verosímiles, que urde tramas atractivas, que te hace avanzar hacia finales de infarto que no se saca de la manga, si no que han sobrevolado la trama durante toda la historia. Verdon hace gala de una contextualización precisa, si se leen los anteriores mucho mejor, de esos estoy más que segura, pero habiendo empezado por el sexto no he tenido la sensación como en otras series de que me perdía información, de que me faltaban herramientas para tener una visión de conjunto completa.

Conclusión:

Si eres amante de la novela negra y criminal no puedes dejar de leer a John Verdon, si como yo no has leído los anteriores, contextualiza tan bien que no tendrás las sensación de que te falta información para acabar de captar el mensaje que te quiere transmitir con la trama.

Esta va de menos a más atrapando al lector en su tela de araña, Gurney consigue que el lector vea a través de sus ojos al resto de personajes y lo hace participe de sus dudas, de sus desazones. Sin duda es una serie a tener en cuenta, por suerte me esperan en la estantería sus cinco novelas anteriores y en cuanto pueda les daré una oportunidad

jueves, 9 de agosto de 2018

LOS DIOSES DE LA CULPA. MICHAEL CONNELLY

Hay títulos tan contundentes, tan sonoros que en cuanto los visualizas o los oyes no hay forma humana de quitártelos de la cabeza, y este que hoy me ocupa es uno de ellos. Se convirtió en un run run, en un ruido ensordecedor que me hacía pensar a todas horas que escondería un titulo tan prometedor y una vez acabada, puedo decir que esconde una muy buena novela que ha conseguido reconciliarme con el trhiller legal americano, y eso ya es mucho decir.

A pesar de sus más de cuatrocientas páginas, la trama se escurre entre los dedos del lector como si fuera arena, la acción no decae en ningún momento, cosa que se agradece y siempre algún giro mantiene el libro pegado a los dedos a pesar de que se descubre bien pronto qué esconde ese titulo porque lo desvela al comienzo el propio abogado.

Pero comencemos por el principio, que como siempre me voy por las ramas.

El autor:
Michael Connelly, nació en Philadelphia en 1956 y es uno de los escritores con más éxito del mundo. Es autor de una treintena de novelas, muchas de las cuales han ocupado el numero 1 en la prestigiosa lista del New York Times. Sus libros entre los que se incluye la serie Harry Bosch y la del "Abogado del Lincoln", han vendido más de sesenta millones de ejemplares en todo el mundo han sido traducidos a treinta y nueve idiomas y el propio Connelly ha sido galardonado con algunos de los premios más prestigiosos del mundo de literatura negra. Antiguo periodista también premiado por sus reportajes, Connelly es productor ejecutivo de la serie Harry Bosch, protagonizada por Titus Welliver. Reside habitualmente en  California y Florida.


La sinopsis:

El abogado del Lincoln se juega su reputación en su caso más arriesgado

Michael Haller, el Abogado del Lincoln, recibe un mensaje de texto que llama su atención: "Llámame cuanto antes: 187". 187: el código policial correspondiente al asesinato. Para un abogado, este tipo de casos son más arriesgados, pero traen cheques más jugosos, y eso siempre significa que Haller tiene que dar el máximo.

Cuando Mickey descubre que la victima había sido una antigua cliente, una prostituta a la que creía haber rescatado y reconducido, sabe que está en deuda con el caso. Pronto descubre que ella había vuelto a Los Angeles y a su antigua vida. Y que, lejos de salvarla, podría haber sido Mickey quien la puso en peligro.

Acechado por los fantasmas de su pasado, Haller tiene que trabajar hasta la extenuación y aplicar todo su talento aun caso que podría traerle la redención total o probar su culpa definitiva.

Mis impresiones:

A mi modo de ver Connelly juega desde el propio titulo con un sentimiento demoledor, La Culpa, y es que desde que consiguiera la libertad de un cliente que terminó atropellando y matando a una madre y a su hija, Haller no ha tenido tregua, cada noche le asalta ese terrible remordimiento, no ayuda que su propia hija le retirara la palabra, día tras día los fantasmas le visitan y le abocan irremisiblemente a la bebida, que no es que sea el camino más recto para lograr reconciliarse con la adolescente.

A eso le podemos añadir un negocio que va un poco a trancas y barrancas, buscando siempre clientes en los juzgados para poder ir tirando, de ahí que cuando llega un caso jugoso, no sea capaz de rechazarlo aunque lo aboque al infierno de un pasado que abrirá más de una herida que pensaba cerrada, y añada a ese peso que ya arrastra un poco más, al sospechar que lejos de salvar a la víctima la puso en una situación comprometida que le ha terminado costando la vida.

Connelly rescata esa máxima de que el pasado siempre termina llamando a la puerta, una jugada un poco sucia culmina con un narcotraficante en la cárcel y con su clienta en libertad, ¿pero ha orquestado él esa jugada o ha sido solo un peón en ella?. Cuando el caso toca tan de cerca lo sensato es echarse a un lado, evitar que el tsunami te arrastre, sin embargo, Haller se sumerge de lleno en él tras hablar con quién lo ha contratado y evidenciar muestras de inocencia en él. Además cree que se lo debe a Gloria.

El autor retrata con maestría el sistema judicial americano, que tan bien conocía por las series, películas y por otros thrillers judiciales, nos mete directamente en la sala, nos hace participar de ese circo que a veces se representa en una sesión, nos presenta a los "dioses de la culpa", el jurado, ellos tienen en sus manos el veredicto, ellos condenan o absuelven, aunque en última instancia es el juez quién dicta sentencia.

Si Haller es un personaje redondo, se rodea de un elenco de secundarios que poco tienen que envidiarle, el abogado es un tipo peculiar al que no le gusta verse encerrado en un despacho, trabaja desde su propio Lincoln en los desplazamientos y lo tiene equipado con todo aquello que pueda necesitar, se comunica con su equipo por teléfono y se reúne una vez al día cuando tienen un caso importante en un loft alquilado. No es precisamente la imagen de los grandes bufetes que solemos ver en las grandes series americanas, eso es lo que hace único a Haller y a mi modo de ver lo que le hace conectar tan bien con el lector.

Al mismo tiempo uno tiene la impresión de no estar ante el típico abogado engreído y pagado de sí mismo que suelen mostrarnos otros libros, películas o series, si no que nos muestra a una persona abatida, perseguida por sus fantasmas, por sus problemas económicos en el ámbito de los negocios, con un poso de oscuridad que le impide ser feliz, bastante dado a resolver los problemas a golpe de botella, y eso nos evoca la típica y tópica imagen del detective americano, solo que Haller tiene a una persona que investiga por él.

En algunas ocasiones da la impresión de que Haller necesita que alguien le conecte con el mundo y con el caso que lleva entre manos y ese papel lo hace a la perfección Legal, un amigo de su padre, un anciano recluido en una institución que intenta burlar las normas establecidas, como buen abogado las conoce y busca la forma de transgredirlas. Las conversaciones de Mickey y Legal no tienen desperdicio, son ácidas, el anciano no tiene pelos en la lengua, le enfrenta a sus errores, tanto en el campo legal como en el personal, y tiene un peculiar sentido del humor que me hizo sonreír en más de una ocasión. Es como un Pepito Grillo, la voz de la conciencia machacona y a veces impertinente.

Connelly conoce bien el mundo en el que mueve sus tramas y nos sumerge en él de una forma sencilla sin utilizar palabras grandilocuentes, explicando aquello que se le pueda escapar al lector de forma que pase casi desapercibido, me gusta su estilo, me gusta su forma de narrar y me gustan sobre todo las tramas que elige a pesar de no ser un autor que suela leer demasiado, pero reconozco que es una apuesta segura.

En Los Dioses de la Culpa mezcla el tema de la prostitución, el narcotráfico y la corrupción policial, quedan patentes los peligros que  conlleva acercarte demasiado a la verdad, los daños colaterales son cuantiosos, dolorosos y añaden más peso a esa mochila llamada culpa. El miedo hace que los testigos no teman cometer perjurio en el estrado, también pone de manifiesto pequeñas triquiñuelas para darle la vuelta a un veredicto que se prevee en contra, todo ello bordeando la ley, casi traspasando esa fina línea entre lo legal y lo ilegal, que nos da una imagen de Haller no demasiado halagüeña para luego limpiarla con una buena dosis de humanidad.

Conclusión:

Connelly ha orquestado un buen libro, en el que mezcla la prostitución de lujo, las drogas y sus cárteles, la corrupción policial, nos muestra los bastidores del sistema judicial americano, las triquiñuelas de los reyes de la droga, como se las gastan cuando uno molesta, también nos muestra transgresiones del sistema policial. y todo ello nos lleva a un thriller apasionante en el que siempre pasa algo, en el que el autor sabe en que momento la historia comienza a perder el interés del lector y le imprime un giro que lo atrape de nuevo.

Michael Connelly es un maestro del género negro legal, lo conoce a la perfección y no abruma al lector con sus conocimientos, los desliza en la trama, los hace fluir de forma que quien se acerca a sus novelas se sumerge en la historia con naturalidad, sin esa sensación de que le faltan armas para comprenderla. Ayuda al éxito del libro la visualidad, mientras uno lee tiene la sensación de estar siguiendo un guión, los fotogramas se deslizan por delante de los ojos, eso o he visto yo demasiadas series judiciales, porque he sido capaz de imaginar cada escena a la perfección.

Sin duda es un buen libro, para los amantes de los thrillers, una buena apuesta de cara al verano, pero si ya tienes cubiertas tus lecturas vacacionales, también lo es para el invierno, una lectura atemporal que no necesita de haber leído las anteriores entregas más que para evidenciar la evolución de Mickey Haller como personaje.