jueves, 10 de febrero de 2022

Todos los demonios. Luis Roso

Todos los demonios es la tercera entrega de la saga protagonizada por Ernesto Trevejo, un personaje que descubrí en Aguacero y que me sedujo con su punto canalla, su hambre de justicia, su aire de estar de vuelta de todo y su conformismo a pesar de reconocer que no todo en su forma de actuar le convence. Y aunque las novelas son autoconclusivas, se puedan leer en el orden que se desee y el autor no ahonde en ningún momento en el pasado del personaje, se puede descubrir novela a novela como va madurando este personaje, que es irónico, en ocasiones incluso cínico, e impredecible. Quizás por la época que le tocó en suerte vivir un tanto apolítico, desencantado con el momento social, económico y político que transita España, y sin poder expresar sus opiniones.

Trevejo es ese amigo que a todos nos gustaría tener por ese compromiso con la justicia y la verdad, por esa lealtad que muestra, pero al mismo tiempo es un campo de minas que en esta novela el autor lleva a reflexiones más profundas de la mano de dos secundarios, Mary Clarke y John, que le ofrecen en bandeja momentos de lucimiento personal.

Leer a Luis Roso siempre es un placer por su cuidada prosa, su exquisito uso del lenguaje, su cuidada documentación, y porque sabe mezclar ingredientes que a primera vista no maridan, crear con ellos una elaboración que culmina en una resolución nada forzada. Te lleva de la mano a su terreno, te enmaraña en su red y te suelta cuando decide hacerlo, y el lector feliz con el viaje.

Un autor a tener en cuenta, seguiré los pasos de Trevejo en la Policía, aunque solo piense en la jubilación que vislumbro todavía lejana porque nuestro protagonista absoluto a penas acaba de entrar en la madurez, aún así en ocasiones parece un viejo al que le queden pocos años de vida.

¿Me acompañáis un poquito más y hablamos de Todos los demonios?

El autor:

Luis Roso nace en Moraleja, Cáceres, en 1988. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y en Filología Inglesa por la Universidad Autónoma de Barcelona. Su primera novela, Aguacero, fue elogiada por la crítica y galardonada con el premio Tuber Melasnoporum en el festival Morella Negra a la mejor novela negra del año 2016. A esta le siguió Primavera Cruel, publicada en 2018 y Durante la nevada, ganadora del premio de narrativa Ciutat de Vila-Real 2020 y publicada por Alrevés (2020). Actualmente trabaja como profesor en secundaria.

Podéis encontrarlo en:

Facebook: Luis Roso

Twitter: @_LuisRoso

Sinopsis:

Verano de 1960. Un alto cargo de una institución pública alemana es salvajemente asesinado en Madrid, y el gobierno español trata de evitar un incidente diplomático asignando la investigación a uno de los detectives estrella de la policía: el inspector Ernesto Trevejo.

Acompañado de una misteriosa profesora norteamericana, el inspector Trevejo rastreará el origen de un cuadro expuesto en un museo de Zúrich, que parece ser la clave del crimen, y sin pretenderlo se verá envuelto en una espiral de sangre y secretos en torno a uno de los aspectos más sombríos del régimen franquista: los fugitivos nazis refugiados en territorio español desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Con Todos los demonios, Luis se consagra como uno de los más firmes valores de la novela negra nacional y teje una trama vertiginosa de venganzas personales, miseria moral, intereses económicos, antiguos odios y amores soterrados en la que vuelve a brillar su prosa incisiva, su ironía, su precisión y el exquisito cuidado en la ambientación histórica.

Y también brilla Trevejo, ese policía descreido, práctico, determinado por su muy particular código ético que, en ese Madrid que pretende subirse al tren de la modernidad y en le que pululan nazis expatriados, antiguos "camisas viejas", arribistas y miembros de los servicios secretos estadounidenses, sigue sabiendo nadar y guardar la ropa.

Ofrecida por la editorial en su contra.

Mis impresiones:

No es la primera vez que lo digo, pero no me cansaré de repetirlo, leer una novela de Alrevés es sinónimo de calidad, y eso en una editorial pequeña es un plus. Si tu tiempo es escaso, la lectura un placer y no quieres errar el tiro, cualquiera de sus títulos es una apuesta certera. Parece que su lema es calidad antes que cantidad y les funciona.

En este caso yo apostaba sobre seguro, conocía al autor del que ya había leído tres novelas, y conocía al personaje, protagonista de dos de sus novelas. Mis expectativas estaban muy altas, tenía miedo de estrellarme contra el suelo, y todos mis temores se fueron diluyendo conforme la novela se iba desarrollando y me trasladaba a los escenarios elegidos por Luis.

El libro me ha durado demasiado entre manos, por mi poco tiempo de ocio que no siempre puedo dedicar a la lectura, por mis cursos de formación laboral que ocupan demasiado tiempo, y por unas oposiciones que me han tenido bastante ocupada desde finales de septiembre hasta hace unos días. La he saboreado a pequeños sorbos, y a pesar de que durante días y a veces semanas no podía retomarla era como estar con un viejo amigo al que hace años que no ves y cuando os reencontráis parece que hubiera sido ayer.

Luis Roso es un maestro de la ambientación, un valiente, ya me llamó la atención en su día la época que eligió para ambientar sus novelas. Soy una enamorada de la historia, una persona con una curiosidad insana en ocasiones, desde muy joven prefería las novelas costumbristas de la época que adentrarme en libros sesudos y aburridos. Hoy lo sigo prefiriendo y novelas como las de Luis Roso que aplica rigurosidad en su ambientación hacen mis delicias.

Los años cincuenta en España son una época bastante oscura, con episodios que más de uno desearía borrar, porque no entiende que la historia no está para cambiarla, si no para conocerla y no cometer los mismos imperdonables errores. El régimen franquista supo nadar y esconder la ropa, supo surfear en el campo diplomático, dando una de cal y otra de arena. Y este ambiente es el que consigue retratar Luis, en esta ocasión intentado aunar la novela negra con su componente crítico y social y la novela de espías, en un Madrid en el que convergían los refugiados nazis, y los espías norteamericanos y donde operaban de tanto en tanto otras facciones, que unos y otros intentaban neutralizar, una partida de ajedrez que cada cual intentaba llevar a su terreno, con agentes dobles y personas que podían pasar por grises jugando papeles insospechados.

La novela arranca fuerte, con el asesinato del director de una institución pública alemana, judío para mas señas. Y con todas las alarmas del conflicto internacional que ello pudiera causar sonando de forma acústica y visual. El mismísimo Ministro de Exteriores, Fernando Maria Castiella, involucrado en la investigación para evitar males mayores y presionando con traslados a África, para que se cierre lo antes posible y con el mínimo ruido.

Y en la vorágine de todo este embrollo Ernesto Trevejo, posiblemente el mejor investigador de su comisaría, y de todo Madrid, un hombre con un gran sentido de la justicia, acostumbrado a nadar y guardar la ropa, especialista en seguir su instinto, sus pálpitos y llegar hasta el final de la investigación y ofrecer una explicación medianamente plausible a sus superiores que le permitan salir airoso una y otra vez.

Trevejo es el PERSONAJE, el andamio de toda la novela, su carácter, su forma de actuar, su filosofía de vida o mejor su no filosofía de vida sustenta toda la trama. Pero en esta ocasión cuenta con unos personajes secundarios que le dan mucho juego, que permiten que se luzca con reflexiones profundas y bien pergueñadas que lejos de aburrir al lector le ofrecen un plus, porque la novela sigue siendo amena, sigue fluyendo, sigue pegada a las manos. Mary Clarke y John  pertenecen al servicio de inteligencia americano. 

Mary es una mujer muy interesante, con la que me he sentido muy identificada en algunos momentos, con una inteligencia abrumadora, que para la España de la época y su forma de tratar a las mujeres como meros floreros atrae y repele a los hombres por partes iguales. Quizás por ello a pesar de tener ascendencia española, no encaja en la forma de ser del país, no termina de integrarse y se siente más alemana o americana que española. Las conversaciones que mantiene con Trevejo no tienen ningún desperdicio. Luis utiliza a la profesora tanto para hacer reflexionar al inspector como para introducir documentación de forma atractiva. Para mí todo un acierto de personaje.

John es ese excéntrico cuya aparición en escena significan problemas, así lo vive Trevejo y así lo vivirá el lector que anticipa acción con cada salida estelar del americano. Saca del inspector sus peores instintos, pensamientos y también su mirada más crítica hacia su forma de actuar. Es uno de esos personajes imprescindibles por el juego que le da al autor para lucimiento personal del protagonista.

Luis tiene una exquisita manera de ambientar tanto en el marco histórico como en el geográfico, Trevejo es un urbanita al que siempre saca de su zona de confort para trasladarlo al ámbito rural. Y Roso borda las descripciones rurales, se maneja en ellas como pez en el agua, quizás porque al contrario que el inspector el es más rural que urbanita. De esa manera saca la investigación de Madrid y comienza un periplo en el que la novela gana en acción y pierde en descripción histórica, sin perder calidad en ningún momento, gana en entretenimiento, en velocidad porque los acontecimientos llega un momento que comienzan a precipitarse. Y nos encontramos con una ensalada de fiambres que amenaza con no dejar pollo con cabeza. Llegué a sufrir por la suerte de este hombre que se define a sí mismo "como un tipo corriente con algo de astucia y no poca suerte".

Y es que el autor te mete en una espiral que va enroscándose cada vez más, poniendo en el tablero más variantes que en un primer momento pueden parecer inconexas. Llevando al limite a su investigador, y cuando parece que no va a saber como resolver tanto entuerto y enrevesamiento da con la tecla que hace que todo confluya, y los asesinatos se resuelven de una forma magistral, pero políticamente inaceptable para el régimen. Comienza la tarea de maquillaje, las medias verdades adornadas, y he asistido con rabia y asombro a muchos de los tejemanejes de los cuerpos de seguridad de la época. No se si hubiera podido ser policía en aquellos tiempos.

No puedo negar que esta novela me ha tocado la fibra, por la época en la que se ambienta 1960, por la forma de escribir de Luis, por que toca la temática nazi y para mí siempre es un plus, me atraen las novelas de ese corte, porque aúna el espionaje, que me gustaría que descubrierais si os adentráis en la novela, si no seguro que puedo fastidiaros alguno de los giros de la trama.

El autor como siempre ha sabido utilizar personajes reales para darle verosimilitud a la historia, con una narración muy solvente, con un lenguaje muy bien utilizado, con un gran trabajo de documentación y ambientación detrás que el lector no es capaz de percibir a simple vista. Una narrativa compleja disfrazada de sencillez.

Sólo me queda recomendaros la lectura, y decirle a Trevejo, ¡hasta pronto inspector!, porque ya tengo ganas de volverme a reencontrar con él.

Sin duda seguiré como hasta ahora los pasos de Luis Roso, porque adentrarme en cualquiera de sus historias es un placer por lo bien que trabaja todos los puntos tanto físicos, como sicológicos, sociales, económicos... ¡Chapeau caballero, hasta la próxima!

Conclusión:

Si habéis llegado hasta aquí solo me queda deciros una cosa, ¿a que esperáis para leerla? Y espero la disfrutéis tanto como yo, he querido solo picar vuestra curiosidad sin contaros demasiado de una trama que a mi me ha ido sorprendiendo página a página.

Si os acercáis al libro por recomendación mía, volved para contármelo.