viernes, 23 de marzo de 2018

El color de Luz. Marta Quintin

Me gustan los libros protagonizados por mujeres fuertes capaces de sujetar toda la trama, capaces de sostener toda la historia, mujeres de armas tomar que amarren las riendas de su vida, que no se arredren ante nada, que sean capaces de tomar decisiones. Y he encontrado esa mujer en Blanca Luz Miranda, la protagonista de El color de la Luz de Marta Quintín

Blanca Luz Miranda es una mujer adelantada para su época, tanto que a veces se nos olvida encuadrarla en su momento histórico, y a pesar de ser una mujer de carácter fuerte, que sabe lo que quiere y como lo quiere, es una mujer que duda, que se asusta, que teme. Pero ¿qué teme Blanca Luz?, yo diría que no ser lo más importante en la vida de la persona que ama, que no se le preste atención al 100 por 100. Y como amar es también renunciar, toma el camino más difícil para ella y por ende para su amado, un camino desabrido, lleno de insatisfacciones, de añoranza, un camino sin retorno porque nada es igual pasado el tiempo, porque la gente evoluciona, y las experiencias marcan.

La historia de Blanca Luz es la del siglo XX, unos años convulsos con guerras, tanto en España como en Europa, que marcan el devenir de los personajes, es un recorrido por la historia de nuestro país de la mano de las visicitudes de una mujer con la que podrás empatizar más o menos pero que no te resultará indiferente. Y por la historia de Europa de la mano del joven pintor que se atrevió a vivir, para de esa forma expresar mediante su pintura el mundo. Pero a Martín Pendragón con vuestro permiso os lo presento después. Ahora solo quería sentaros las bases de porque esta novela me ha gustado tanto, me ha montado en una montaña rusa de sensaciones, desde la risa, a la congoja, desde el enfado al beneplácito, porque nuestra protagonista no es una mujer fácil de entender, pero si es muy humana y tremendamente verosímil, creíble.

La autora:

Marta Quintín nació en Zaragoza en 1989 y cuando tenía cuatro años la subieron a una mesita de su clase de párvulos para que les contara a los demás niños una historia de su elección. Eligió la de Cenicienta. Desde entonces lo único que recuerda del resto de su vida es haber contado unas cuantas más. Como aquellas con las que ganó varias veces el Premio Tomás Seral y Casas de relato corto o las que ha recogido como periodista en la agencia EFE, la Cadena SER y la NASA española, o esa otra que se llama Dime una palabra y que es su primera novela publicada al calor de los rascacielos de Nueva York. La historia más reciente de todas las que ha contado es El color de la Luz. El resto están por venir.

Sinopsis:

Blanca Luz Miranda es una empresaria de éxito. Su objetivo: amasar una gran fortuna para comprar arte. La adquisición, en una subasta de Nueva York, de uno de los cuadros más inquietantes del pintor Martín Pendragón cumplirá el sueño de esta anciana de ojos enigmáticos. En esa misma sala una periodista una periodista observa la escena con interés, está convencida de que tras ese pago millonario se esconde un secreto y hará todo lo posible por descubrirlo. Lo que no sabe es que será Blanca Luz quien decida cómo se escribe su historia.

Marta Quintín construye con maestría una novela que explora diversos tiempos y lugares (España, la Guerra Civil, el Paris artístico de los años veinte, Nueva York...) y plantea la historia de amor descarnado , imposible por la propia naturaleza humana, por la inseguridad, el miedo; por la incapacidad de reconocer que tal vez el error fue no amar. Una novela llena de matices, veladuras, fricciones, secretos, que nos descubre que toda obra de arte esconde una historia que puede redimirnos.

Impresiones:

El color de la luz es una novela intimista que tiene como punto de partida el AMOR, pero no solo el amor romántico, también el paternal, el amor al arte, la amistad llevada al máximo extremo. Marta Quintín quiere explorar con esta historia el amor imposible por causa de la naturaleza humana y de ahí que nuestra protagonista Blanca Luz Miranda sea una mujer volátil, incluso nos parezca caprichosa, egoísta y que en su cruz lleva la penitencia, por otro lado Martín lleva su amor a pecho descubierto con una inocencia que abruma. Entre los dos nos dibujan una historia de renuncias, pasión arrolladora, nostalgia por el pasado que atraviesa todo el s. XX y que nos sitúa en España, París y Nueva York.

Nos encontramos ante una novela muy bien escrita con un lenguaje muy rico, una prosa muy cuidada y en ocasiones poeticas, una variedad semántica muy bien trabajada, que nos llevará a disfrutar en todo momento de una historia que discurre de forma pausada, con unas descripciones muy detallistas cuando habla de arte y de cuadros y un tanto más vagas en otros momentos, por ejemplo en ningún momento sabemos cual es la ciudad del norte, no abunda demasiado en los episodios históricos en los que se encuadra la novela, hay algunos en los que se detiene y otros los sobrevuela, cosa lógica cuando se abarcan tantos años y tenemos una historia tan convulsa detrás.

La novela se desarrolla a través de tres narradores, dos en primera persona y uno omnisciente que nos sitúa en la visión general de la historia. Por una lado tenemos a la periodista, que utiliza un lenguaje más actual, la vemos increpando a Blanca Luz, pidiendo explicaciones, elucubrando que ha pasado en un determinado momento y todo ello en primera persona, notamos un cambio en cuanto a la prosa utilizada por la autora, no solo el lenguaje es distinto, el segundo narrador en primera persona lo encontramos a través de unas cartas que Martín Pendragón le remitió a su amigo Chema  que nos dan una visión de ese París de los años 20, bohemio, repleto de artistas, nos muestra La Ruche donde llegó un joven pintor ilusionado y donde conoció personajes reales como Soutine y Chagall que la autora ha mezclado con otros surgidos de su imaginación y también nos dibujan esos años de carencias debido a la ocupación nazi de Paris, la persecución que sufrieron los artistas abstractos considerados degenerados la resistencia francesa que les ocultaba. Son esas cartas las que rompen un poco el ritmo de la novela, la dotan de mayor agilidad, y atrapan irremisiblemente al lector y la periodista que trata de escribir la historia de Blanca Luz.




El grueso de la novela está contado por ese narrador omnisciente que nos sitúa en cada momento histórico. Comienza con un prólogo ambientado en Nueva York, donde una joven periodista española cubre la subasta de un cuadro de Martín Pendragón por el que se paga un precio desorbitado. La actitud de la compradora una octogenaria española, que retira ella misma el cuadro del cabellete en el que está expuesto, le hace intuir que tras esa compra se esconde una historia personal que pretende descubrir, lo que no sabe es que será la anciana quien decida como, y quién la va a escribir.

Y esto me lleva a hablar del que para mi es el punto fuerte de esta novela sus personajes, todos y cada uno de ellos esta bien cuidado, bien perfilado, con unas personalidades complejas y muy distintas entre sí, el trabajo que hay detrás de ellos es espectacular.

Blanca Luz Miranda es una mujer hecha de claroscuros, con tantísimos matices que es difícil aprehenderla, no es un personaje fácil de digerir, ni la autora pretendía que lo fuera, es una mujer volátil, una mujer que desprende una seguridad arrolladora y que sin embargo duda, teme y apuesta a caballo perdedor y con ello se labra un futuro de infelicidad, de renuncias y nostalgia, con la mirada siempre vuelta al pasado y aquello que tocó con las puntas de los dedos y dejó escapar.

Martín Pendragón desde niño fue distinto, es un personaje sin dobleces, se nos presenta a pecho descubierto, un hombre que amó, fue amado, un hombre con una pasión tan fuerte por la pintura que ella llenaba todos los vacíos que su musa dejó. Un hombre capaz de pintarlo todo porque se atrevía a vivirlo todo, exprimía la vida. Y sin embargo no pudo evitar ser abandonado, sentir la mordedura de los celos, de la desesperación. Un hombre incapaz de odiar.

Francisco Miranda, el hombre que le ofreció a Martín la posibilidad de desarrollar su ingenio y arte, un pintor frustrado reconvertido en profesor que supo ver la genialidad del joven sin llegar a intuir que su arte versaría sobre derroteros muy distintos a los que él esperaba. Con Francisco viviremos momentos emotivos cargados de dolor. Y a través de él disfruté uno de los pasajes más entrañables para mi de este libro, las misiones pedagógicas que se desarrollaron durante la República.

Chema: el gran amigo de Martín, y por ende de Blanca Luz, uno de los personajes más logrados, con la LEALTAD por bandera, la gran humanidad que desprende este personaje es digna de encomio, es de los que más he disfrutado, porque incluso Martín cuando estaba a su lado irradiaba una alegría radiante.

Eduardo: compañero en la academia de pintura. Siempre ha tenido envidia de Martin cuya facilidad para la pintura le dejaba a él en un segundo plano. Es el personaje que se lleva el palo más grande en esta novela puesto que consigue lo que anhela, para no disfrutarlo, más bien sufrirlo y perderlo

Gabrielle: ese secundario para mi imprescindible, el gran amor de Martín fue Blanca Luz, sin embargo su esposa fue una francesa que me ha llegado al corazón con esa sabiduría de calle que solo tienen las personas que se han visto obligadas a hacer cosas que nunca hubieran deseado. Gabrielle es el anclaje de Martín a la tierra, el se encarga de la parte artística, de la creativa y ella de los negocios, de colocar sus obras, detrás de un gran hombres siempre se esconde una gran mujer, y para mi era ese personaje necesario que me hubiera gustado que estuviera más desarrollado, aunque siendo quién es quién dirige la historia poco protagonismo podía tener.

Sofia Miranda: Es la hermana de Blanca Luz, la conocemos de niña, que es adorable y la reencontramos siendo anciana, es la antítesis de nuestra protagonista. Es una mujer de su época, conformista, una mujer que hace lo que se espera de ella y que cree que su hermana tiene su merecido por no haberse plegado a los dictados sociales y a las convenciones de los tiempos que vivían.

Para mi estos son los más importantes, con unos empatizarás más que con otros, la autora realiza un gran trabajo en ese sentido.

El otro gran pilar es el arte, no es que yo sea una entendida, que no lo soy, y mucho menos del tipo del arte que realiza Martín, siempre he sido un poco negada para la pintura abstracta, sin embargo con las descripciones de la autora de los colores, la luz, las técnicas pictóricas y la vida de los artistas en París he disfrutado como una niña. Casi podía meterme dentro del cuadro, notar esas pinceladas, incluso en un momento dado llegó a cegarme la luz, incluso disfruté cuando la experta en Pendragones hablaba con esa pasión de la obra del autor.




Y como colofón a esos dos pilares, los personajes y el arte, un pintor, su musa, un amor tan grande como inmortal, una renuncia que aporta infelicidad a ambos protagonistas y una nostalgia de ese pasado, de esa juventud y esa inocencia con que se amaron siendo casi unos niños. Las reflexiones sobre la felicidad y el amor son constantes en ambos, tanto en Martín como en Blanca Luz, la segunda solo buscaba redimirse a través del arte de Martín, el pintor solo quería que su musa se quedara a su lado, y nunca lo logró para siempre, al final la pintura es el gran nexo de unión entre ambos, el exponente de ese amor tan grande que descubrió un color y dejó para la historia un pintor sin parangón por su uso tan especial de la luz



La novela en sí es una delicia que te va acompañando de la mano hasta el final, Marta va sorprendiéndonos en ese camino con giros que van hacia adelante y hacia atrás, la historia de Blanca Luz se va perfilando ante nuestros ojos, unas veces como fue y otras como hubiera querido que fuera. Pero el protagonismo absoluto es para un cuadro singular, el objeto de la subasta que un día le regaló Martin y que por argucias del azar perdió y volvió a recuperar en el ocaso de su vida.

Conclusión:

El color de la Luz es una novela bien escrita, bien tramada, con un lenguaje exquisito, rico y culto, con unos personajes muy bien dibujados, con muchos matices y personalidades complejas. Una historia en la que el arte, el pintor, su musa, el amor, el desamor, la felicidad y su ausencia tienen un papel preponderante tanto en el desarrollo de la historia como en la evolución del carácter de los personajes y la percepción que el lector tiene de ellos.

Todo ello aderezado por los acontecimientos históricos de un siglo XX rico en conflictos y en constante transformación, aunque me hubiera gustado que ahondará mas en esa ambientación.

Con un final muy emotivo que supone un broche de oro para esta novela intimista que nos revela una autora a tener muy en cuenta

viernes, 9 de marzo de 2018

La Semilla de la Bruja. Margaret Atwood

Enfrentarme a esta reseña ha sido el reto más complicado de los últimos meses, y no porque la novela no me haya gustado, o porque lo haya hecho a medias, ni tan si quiera porque lo haya muchísimo, si no porque considero que vale la pena acercarse a ella sabiendo lo mínimo, pero al mismo tiempo el lector no ha de ser incauto si quiere disfrutar de ella al máximo. Por eso voy a romper un poco los moldes a los que os tengo acostumbrados y voy a dirigirme a ese futuro lector y a darle una serie de pautas y consejos para disfrutar de esta pequeña joya.

Querido futuro lector:

Te encuentras ante una recreación al siglo actual de una novela de Shakespeare, quizás la menos conocida, a lo mejor te pasa como a mí que ni siquiera había oído hablar de ella, pues ahí va mi primera recomendación, antes de adentrarte en esta magnifica adaptación, acercate al original, pierde unas horas en leer La tempestad del autor inglés, seguro que de mitad para adelante agradeces este consejo.

Y lo digo por experiencia propia, desde hace un tiempo a esta parte mi tiempo escasea y a pesar de que recibí esta recomendación en el grupo #SoyYincanera decidí no prestarle ninguna atención, simplemente no tenía ese tiempo, el resultado es que la primera mitad de la historia se lee muy bien, pero a partir de que la autora entra de lleno en la adaptación te pierdes, comienzas a no disfrutar de la lectura. Así que me encomendé a San Google para reunir toda la información posible sobre el original y ello me dio una noción para seguir leyendo de otra forma y sobre todo para que mi cabeza no explotara de tanto pensar.

La Semilla de la Bruja trata un tema tan ancestral como la humanidad, la traición y la venganza, y lo hace de una forma mágica, a través de un personaje que no sabes muy bien si es el más cuerdo de los locos, o el mas demente entre los cuerdos. Félix es una persona incauta, que metida de lleno en su actividad creativa no se da cuenta de que delegando los asuntos más mundanos en su ayudante está cavando su propia tumba. Las luces del teatro lo ciegan, la burocracia le aburre, y no ve ningún problema en que Tony haga esos pequeños trabajos que a él tanto le incomodan.

¿Quién no ha pecado alguna vez de ingenuo? ¿Quién no ha delegado demasiado o ha enseñado a alguien que a la postre se ha quedado con su puesto? De la noche a la mañana desaparecen de la vida de Félix, el teatro, las luces, las actrices y actores, las bambalinas y su medio de subsistencia, todo de la mano de quien le realizaba esas pequeñas tareas que a él le aburrían. Eso se llama deslealtad y sobre todo TRAICIÓN.

Y nuestro Félix se retira del mundo, se aleja de los flashes, de lo que le puede hacer daño, y busca una nueva ocupación, menos prosaica sí, pero que le de para subsistir, porque se siente muerto, pero le alimenta el ansia de VENGANZA, y sabe que pronto o tarde se le presentará la ocasión.

Y aquí llega mi segundo consejo: Abordad la segunda mitad de la novela con mente abierta, porque aquí es donde comienzan los paralelismos con la novela de Shakespeare La Tempestad, precisamente la última obra que estaba preparando Félix cuando perdió su trabajo y tiene un motivo para recrearla, ha llegado el momento de su venganza, la toca con la punta de los dedos.

Llegado a este punto mi cabeza ha echado humo, me he hecho un  montón de preguntas que se contestaban por si solas conforme avanzaba la lectura, de ahí la mente abierta, pero también reflexiva porque muchas de las conclusiones las vas a tener que sacar tú. Y ahí radica para mi el atractivo de esta novela, no se puede leer en el transporte público, ni en la consulta el médico, ni en el parque, necesita una lectura atenta y relajada, un prestar atención a aquellas cosas que te llaman la atención, a esos personajes que aparecen y desaparecen sin ninguna razón y que sin embargo encuentran su explicación en la misma historia, o en la que se intenta recrear, los paralelismos son necesarios.

Y comienzo a abordar el principal atractivo para mi, lo que más me ha llamado la atención que no es otra cosa que el nuevo trabajo de Félix, reconvertido en el señor Duke, y que no es otro que la clase de alfabetización del Correccional Fletcher. ¿Cómo se os queda el cuerpo? Pues no sabéis aún lo mejor, para lograrlo recurre a Shakespeare, ahora sí que cerrad la boca, porque a mi me costó mi tiempo digerir esa pequeña locura, que al final fue una gran genialidad porque su método de trabajo es impresionante.

En un correccional encontramos gente de todas las calañas, al menos en este, asisten a clase los presos de peligrosidad baja o media, nunca los del modulo de gran peligrosidad, aún así la mayoría no son hermanitas de la caridad. Félix les propone una obra del autor inglés, la analizan para la que la comprendan, la reescriben para adaptarla, se eligen a los personajes, se graba en vídeo y la ve toda la comunidad, presos, guardianes, y los ejecutivos.

Confieso que he disfrutado como una enana con esos cursos, porque antes de que llegue la venganza se han representado ya unas cuantas obras, y se han sucedido unos cuantos cursos, y el personal de la cárcel y los presos esperan con ansías el nuevo curso, uno que para Félix será especial porque tendrán un público de excepción, varias autoridades políticas, las que labraron su desgracia y ahora les podrá  devolver el golpe o eso piensa.

De ahí que la obra elegida para el curso en cuestión sea poco atractiva tanto para los presos como para el personal de la prisión y ahí radica su reto, en hacérsela atractiva, y que ellos sin saberlo colaboren en el acto que está dando sentido a su vida.

No quiero contaros más, necesito que seáis vosotros los que os adentréis en la historia, los que participéis de esa demencia cuerda de Félix, los que le otorguéis el beneficio de la duda, aunque en ocasiones resulta muy complicado, los que disfrutéis de la puesta en escena de una genial Venganza que necesita de la colaboración de muchas personas, y ahí radica la magistralidad de esta novela, de ser capaz de recrear  y adaptar al  siglo XXI una obra del s. XVII.

Pero la VENGANZA no es lo único que vamos a encontrar en La semilla de la bruja, porque es una novela de segundas oportunidades, la que encuentra Félix, pero también la que les está concediendo a sus alumnos del correccional, la que le concede a aquella obra fallida que nunca vio la luz, la que le concede a sus enemigos, aunque parezca que no sea así.

Y también es una novela sobre las relaciones familiares porque en La tempestad son importantes, pero en esta obra no lo son al uso, y es donde más quebraderos de cabeza me he llevado yo, pero eso lo hablaremos cuando hayáis leído la novela, me gustaría poder debatirlo contigo, con cualquier futuro lector, así que te brindo para ello mis redes sociales y este blog.

Y si hablamos del final tenemos que tener en cuenta que se adapta una obra de Shakespeare y que por lo tanto también vais a tener que ser vosotros los que tengáis que pensarlo, porque es abierto, como lo eran en las obras del inglés, de ahí que cuando acabe el curso Félix les tenga preparada una última actividad y ahí podemos ver los diferentes finales que le otorgan los equipos de trabajo.

Por último por si no ha quedado claro a lo largo de esta carta ha resultado una lectura muy edificante, con la que he disfrutado, reflexionado e incluso me he ofuscado, porque buscaba explicación para todo lo que sucedía, solo no he encontrado respuesta a una pregunta, y se que no me la va a dar la autora, pero porqué La Semilla de la Bruja. Por más vueltas que le doy no encuentro una una explicación que me deje satisfecha ¿la tienes tú? si es así compártela por favor.

Un último punto, esta historia tiene muchos golpes de humor algunos vienen dados por situaciones que provocan los presos, otras por los requisitos que impone Félix a sus clases, otras por la obra, porque hay una mujer, hadas... y es un correccional de hombres, tortas para no representar el papel del hada las hay, y Félix tiene que solucionar el tema. 

Déjate seducir por la trama, por la historia actual y por la antigua y vuelve para contármelo.

La autora: 

Nacida en 1939 en Otawa y licenciada en la Universidad de Toronto, Margaret Atwood es una de las
escritoras más prestigiosas del panorama internacional, En 2008 fue galardonada con el Premio Principe de Asturias de las Letras y su nombre ha aparecido a menudo en la lista de candidatos al Premio Nobel. Tiene en su haber más de treinta volúmenes de poesía, numerosas colecciones de cuentos y quince novelas, entre las que destacan Nada se acaba (1979), que Lumen publicó en 2015, El cuento de la criada (1983), recientemente adaptada a la televisión en una serie de mucho éxito, La novia ladrona (1994), Alias Grace (1996), El asesino ciego, que en 2000 ganó el prestigioso  Booker Prize, la colección de ensayos titulada La maldición de Eva y los volúmenes de cuentos Erase una vez y Un día es un día, publicados por Lumen.
La semilla de la Bruja es la novela más reciente de la autora y forma parte de un ambicioso proyecto que se propone recrear las obras de Shakespeare, en el que participan Anne Tyler, Jeanette Winterson, Jo Nesbo y Tracy Chevalier, entre otros nombres conocidos . Atwood eligió La Tempestad, y así nació La semilla de la Bruja, una espléndida puesta al día de un clásico universal.

Sinopsis:

Es un lunes cualquiera de enero, y Félix pasa el control de seguridad para acceder al centro correccional Fletcher. Los guardias lo miran con simpatía y benevolencia; para ellos, ese hombre solo es el señor Duke, un cincuentón que en sus ratos libres se dedica a organizar funciones de teatro con los reclusos. El autor elegido siempre ha sido Shakespeare, y este año el profesor les propone La tempestad.

Félix accede sin problemas al recinto de la cárcel, llevando consigo algo muy peligroso pero imposible de detectar por un escáner: son las palabras, aún vivas, robustas, sonoras, de una obra en la que la venganza viaja a través del tiempo y se instala en el presente. Ensayo tras ensayo, los actores convierten la obra en un asunto muy personal. Ahí descubren algo de sí mismos que no sabían, pero hay más: Félix ese profesor terco y a veces aburrido, el día del estreno de la obra también podrá vengarse de quién le arruinó en el pasado.

La fuerza de las palabras: en eso confía Margaret Atwood al entregarnos La Semilla de la Bruja, que nos invita a creer en el poder de la buena literatura para redefinir nuestro destino.

"Cuando eres joven, crees que todo es posible. Crees que puedes deshacerte de cosas y personas, y aún no sabes bien que tienen la mala costumbre de volver"

Margaret Atwood