Diez años, nada más y nada menos, hemos tenido que esperar para encontrarnos con otra novela de Domingo Villar. En mi caso ya había perdido la esperanza de que esta llegara algún día, después de que se publicará a bombo y platillo la publicación de Cruces de piedra y de que se mostrara incluso la portada de esa novela, que de la noche a la mañana desapareciera como si nunca hubiera existido tal pretensión desengaña un poco al lector, que piensa año tras año que el próximo se reencontrará con Leo Caldas y Rafael Estevez, para mí el alma mater de este dúo, al menos hasta que comencé a leer El último barco.
En la última Feria del Libro de Madrid, como miembro de #SoyYincanera pude conversar con el autor acerca de este libro que tanto se ha hecho esperar, lástima que en aquel momento no llevara la historia leída del todo, porque hoy le hubiera formulado otras preguntas. Pero el día a día manda, y una no siempre dispone de todo el tiempo para leer que le gustaría.
Se agradece que alguien que se dedica a escribir piense tanto en el destinatario final de su obra, ya no solo por ofrecerle un producto de calidad que pueda entretenerle en su tiempo de ocio, cada vez más escaso por la sociedad en la que vivimos, si no también porque a pesar de ser un libro de un tamaño considerable, unas 700 páginas, también la letra tiene el tamaño apropiado para que el lector no lo pase mal cuando se sumerja en sus páginas. Y eso cuando una va teniendo una edad y problemas con el cansancio de los ojos a pesar de llevar gafas de presbicia, lo valora muy positivamente.
Domingo Villar es un hombre reflexivo, sereno, tranquilo, y todo eso se refleja en sus textos, en sus historias, en algunos de sus personajes, en esta novela no podía ser distinto aunque eché un poco a faltar más protagonismo de Rafael y del propio padre de Caldas. Domingo Villar nos comentó en la terraza en la que descansábamos los pies del paseo entre casetas que se había querido centrar más en el inspector porque el carácter del maño y del padre Leo, lo eclipsaban, lo hacían más gris de lo que realmente es el personaje, por ello ha tenido que darles un papel secundario a los personajes que en un principio a mi más me llamaban la atención.
Pero como siempre me voy por las ramas, hay tanto que contar, sin revelar nada, que me pierdo y empiezo la casa por el tejado. Así que vamos a meternos en harina que de la novela queda mucha tela que cortar, y si consigo que te intereses por la serie lo daré por bien empleado.
El autor:
Domingo Villar (Vigo, 1971) inauguró con Ojos de agua la exitosa serie protagonizada por el inspector Leo Caldas. El segundo título, La playa de los ahogados, supuso su consagración en el panorama internacional de la novela negra, obteniendo excelentes críticas y ventas. En 2019 se publica El último barco, el esperado regreso del inspector Caldas.
La serie ha sido traducida a más de 15 idiomas y ha cosechado un gran número de premios, entre los que caben destacar el Novelpol en dos ocasiones, el Antón Losada Diéguez, el Premio Sintagma, el Premio Brigada 21, el Frei Martín Sarmiento, Libro del Año de la Federación de Libreros de Galicia. También ha sido finalista de los Crime Thriller Awards y Dagger International en el Reino Unido, del premio Le Point du Polar Européen en Francia y del premio Martin Beck de la Academia Sueca de Novela Negra.
Sinopsis:
UN NUEVO CASO PARA EL INSPECTOR LEO CALDAS.
La hija del doctor Andrade vive en una casa pintada de azul, en un lugar donde las playas de olas mansas contrastan con el bullicio de la otra orilla. Allí las mariscadoras rastrillan la arena, los marineros lanzan sus aparejos al agua y quienes van a trabajar a la ciudad esperan en el muelle la llegada del barco que cruza cada media hora la ría de Vigo.
Una mañana de otoño, mientras la costa gallega se recupera de los estragos de un temporal, el inspector Caldas recibe la visita de un hombre alarmado por la ausencia de su hija, que no se presentó a una comida familiar el fin de semana ni acudió el lunes a impartir su clase de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios.
Y aunque nada parezca haber alterado la casa ni la vida de Mónica Andrade, Leo Caldas pronto comprobará que, en la vida como en el mar, la más apacible de las superficies puede ocultar un fondo oscuro de devastadoras corrientes.
La hija del doctor Andrade vive en una casa pintada de azul, en un lugar donde las playas de olas mansas contrastan con el bullicio de la otra orilla. Allí las mariscadoras rastrillan la arena, los marineros lanzan sus aparejos al agua y quienes van a trabajar a la ciudad esperan en el muelle la llegada del barco que cruza cada media hora la ría de Vigo.
Una mañana de otoño, mientras la costa gallega se recupera de los estragos de un temporal, el inspector Caldas recibe la visita de un hombre alarmado por la ausencia de su hija, que no se presentó a una comida familiar el fin de semana ni acudió el lunes a impartir su clase de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios.
Y aunque nada parezca haber alterado la casa ni la vida de Mónica Andrade, Leo Caldas pronto comprobará que, en la vida como en el mar, la más apacible de las superficies puede ocultar un fondo oscuro de devastadoras corrientes.
Mis impresiones:
Mucho se ha hecho esperar la tercera de la serie y tenía las expectativas por las nubes, desbocadas cual corcel indómito. Nunca es bueno empezar una novela esperando tanto de ella a riesgo de que no cumpla con lo deseado y de al traste con una buena historia. Con el libro ya en casa y temiendo por la integridad física de mis hombros y mis cervicales comencé a pasearme por reseñas, creo que pillé a unos cuantos con ellas igual de desbocadas que las mías porque me deshinché un poco y decidí meterme de cabeza en la historia a disfrutar de lo que me quisiera contar Domingo Villar.
Asusta un poco cuando te encuentras con una novela de poco más de setecientas páginas, máxime cuando las otras dos tenían un tamaño más comercial, en ese momento suspiras y piensas que para algo ha tardado 10 años y poco aprovechó de lo que tenía escrito de Cruces de piedra y te preparas para disfrutar de la prosa del gallego, de sus descripciones, de sus personajes, aunque yo esperaba mucho más protagonismo de Rafael Estevez y del padre de Leo, que son los que imprimen los trazos de humor en la serie.
Domingo Villar hace libros autoconclusivos, sin embargo si no has empezado la serie te recomendaría empezarla por el principio, por la evolución de los personajes, que aunque el autor los contextualiza bien algunos matices se pierden por el camino. En este libro el maño no ha sido capaz de levantarme ninguna carcajada a lo sumo una sonrisa, pero en los anteriores ni un libro de humor me ha divertido tanto. Y otro tanto podría decir del Libro de idiotas del padre de Caldas, creo que todos deberíamos tener uno, es una vía de escape, yo me lo llevo planteando desde la primera novela, algún día llegará el momento, lo presiento.
Una vez sentadas las bases, he de confesar que he disfrutado de este libro, pausado, reflexivo, de cocción lenta, sin prisas, como hacían los guisos nuestras abuelas, con todo el amor del mundo y dedicándole tiempo, el mismo que le va a tener que dedicar el lector, porque nos encontramos ante una novela en la que el ritmo no es vertiginoso, en la que constantemente no están pasando cosas, en las que el autor se toma su tiempo para convertir a Vigo en un personaje más de El último barco. Y a pesar de no ser una novela de ritmo ágil, las páginas van cayendo, se escurren como arena entre los dedos, y ello se debe en gran medida a la estructura de la novela.
El autor nos presenta capítulos cortos, como pequeñas historias que al terminar el libro conforman una gran historia, no pretende ser un page turner de hecho cada capítulo no termina en el punto álgido para obligar al lector a un capítulo más, sólo uno más, que se eterniza en el tiempo, perfectamente puedes dejar el libro al final de un capítulo si otros menesteres más urgentes e importantes lo requieren. Me ha gustado comprobar que es fiel a un estilo, desde la primera novela los capítulos empiezan con la definición de una palabra, esta nos da una pista de por donde se va mover la acción, y al no utilizar un solo diccionario los que por una razón u otra estamos familiarizados con su uso, o al menos yo, me he visto elucubrando a cuál de ellos pertenecería la definición o si sería de la cosecha del propio autor.
Para contarnos la historia se vale de los diálogos y de las descripciones, utiliza los primeros para que las páginas avancen a pesar de que la investigación pueda estar atascada o varada, para que conozcamos a los personajes, algunos de ellos reales como los profesores de la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, que no por serlo se libran de estar en el punto de mira y de sospecha, me ha gustado mucho ese punto, otros como en toda obra de ficción fruto de la imaginación del autor, sin embargo, tan reales, tan bien dibujados que bien podrían ser reales. Las descripciones las deja para los paisajes, para los edificios, las playas, la fauna y incluso la flora de las Rías Bajas, y yo las he disfrutado como una niña pequeña.
Me hubiera gustado conocer cuando visité Vigo la escuela de Artes y Oficios, me hubiera gustado visitarla, si eso es posible que lo desconozco, me he enamorado de lo que nos cuenta sobre ella Domingo Villar, quizás porque vengo de una tierra en la que se cuece cerámica, quizás porque soy madre de músicos y el oficio de luthier no me es desconocido, aunque mis hijos tocan otro tipo de instrumentos, viento metal, quizás porque la paciencia no es mi fuerte y son oficios que requieren de una gran vocación y grandes dosis de la virtud de la que yo carezco, me he recreado en esos pasajes, y los he disfrutado tanto, que incluso he releído algunos solo por el simple placer de hacerlo, imagino al autor documentándose sobre el tema, visitando la escuela, entrevistándose con sus profesores, los imagino a ellos eligiendo la madera más adecuada para cada pieza, y trabajarla con mimo, dedicándole algo de lo que andamos muy faltos en esta sociedad, tiempo.
Otra de las disciplinas que allí se imparten es el dibujo, y ahí si que en otros tiempos se me dio bien, no puedo decir que derrochara paciencia, porque cuando no salía lo dejaba durante días hasta que encontraba de nuevo el camino, pero nunca intente dibujar al natural, lo mío era menos sotisficado, quizás por el dibujo que aquí se nos presenta requería de de dos virtudes que no poseo, y no creo que a estas alturas vaya a poseer la constancia y la paciencia. Y fíjate que en esas paredes pude verle un trazo de ironía a Caldas que me hizo reír, cosa a lo que no me tiene acostumbrada el inspector, aunque también he de reconocer que el mérito en parte lo tiene el maño que es un personaje bruto, pero muy puro, que actúa por puro instinto y sin maldad, aunque los gallegos y sus ambigüedades lo saquen de quicio.
Parte de la novela está ambientada en Tiran una pequeña parroquia situada enfrente de Vigo, conectada con la ciudad por un barco, de ahí el título de la novela, y ahí es donde se explaya el autor en las descripciones, y a cuenta de un biólogo inglés nos describe incluso las aves que podemos encontrar allí, el trabajo de las mariscadoras, las bateas de mejillones, la vida alejada del trasiego de las grandes ciudades, el carácter de la gente que vive en zonas rurales, la forma de vida mucho más tranquila, el tipo de amistades que se forjan. Me he enamorado de esos pasajes, no me ha sobrado ni una sola línea, ni un sólo párrafo, se que no a todos los lectores les gusta recrearse y el ritmo pausado de las descripciones, pero a mi me hacen viajar hacia una zona que no conozco, sin moverme del sillón de lectura y eso me aporta mucho placer.
Ese contraste entre la vida de la ciudad y las zonas más rurales también queda patente en la vida que lleva el padre de Leo Caldas, un hombre que vive en un paraje solitario, al cuidado de las vides y el vino que embotella, es difícil no enamorarse de ese entrañable anciano que pretende vivir la vida a su manera, sin tener miedo pese a la insistencia de su hijo de que coloque barrotes en las ventanas. El padre del inspector nos da lecciones de vida, y su libro de idiotas es memorable, en esta entrega a pesar de su extensión tiene pocas apariciones estelares, pero todas dignas de mención.
Otro de lo temas que bordean esta novela o que la sostienen por entero son las relaciones paterno filiales:
La que el doctor Andrade mantiene con su hija desaparecida, una relación poco cordial dadas las altas expectativas que el padre había puesto en su única hija y que esta se ha encargado de tirar por los suelos una y otra vez, una relación que descubriremos a través de diálogos en los que nos será muy fácil meternos en la piel de Mónica y no sabremos calzar en muchos momentos los zapatos del doctor, al menos a mí me ha resultado un personaje repelente por momentos, aunque puedo entender su preocupación me cuesta comprender la forma que tiene de aprovecharse de su posición social y de su buen hacer como cirujano para intimidar a todos los estamentos y presionarlos.
La que Rosalía Cruz mantiene con su hijo Camilo, un chico especial que rehuye el trato con la gente, y que en cambio posee el don de dibujar como si fuera una fotografía escenas que solo ha visto durante escasos minutos, quizás esta relación ha sido la que más me ha marcado, porque me he intentado meter en la piel de la madre y dolía tanto que no era capaz de aguantar el coraje de esta mujer, en cambio no he sido capaz de meterme en la piel de Camilo, a pesar de que se explica muy bien que enfermedad padece, y las descripciones a través de los diálogos son muy visuales, no he podido meterme en su mente, hasta casi el final, y si lo leéis comprenderéis porque, solo en ese momento me inundó la rabia y supe que podía sentir una persona como él.
Y por último la que mantiene el propio inspector con su padre, una relación cercana, marcada por la pérdida temprana del referente femenino de la familia, parece que por momentos los roles se invierten que es Leo quien se preocupa por su padre, por su bienestar, el que como policía teme que pueda ser asaltado por la noche. Sin embargo, su padre a pesar de los años sigue protegiendo a su cachorro, le sigue dando consejos, lo sigue consolando, consigue que salga de los episodios de letargo.
Domingo Villar parte de la desaparición de una persona adulta denunciada por un padre con el que la desaparecida no guardaba buena relación, nada hace presagiar que haya podido sucederle nada, faltan unos pocos enseres en su casa, la vieron salir de madrugada para coger el barco y nadie ha pedido un rescate por ella. Todo parece apuntar a que se ha ido durante unos días. Sin embargo, hay ciertos flecos que hacen dudar al inspector, no ha pedido a nadie que se haga cargo de su gato, se ha dejado unas pastillas anticonceptivas, y no avisó en el trabajo de que no iba a acudir aún cuando estaba a cargo de las tutorías por estar de viaje el profesor titular.
Con estas premisas Domingo Villar nos presenta una investigación a la española, sin los grandes trucos que podemos ver en las series de CSI, una línea mucho más pausada, que depende de que el juez autorice ciertos pasos, que llega a puntos muertos, una investigación en la que se ha de volver una y otra vez sobre los mismos informes, a hablar con las mismas personas, para encontrar ese hilo del que tirar, para confirmar o rebatir hipótesis, de ahí que aunque siempre se esté trabajando el padre de la desaparecida tenga la impresión de que no se hace nada por encontrar a su hija y siga apretando las tuercas en todos los estamentos. Disfruto tanto con estas investigaciones, me parecen tan creíbles, tan reales y verosímiles. Leo Caldas va poniendo todas las pistas sobre la mesa, no se guarda ningún truco, de hecho yo descubrí mucho antes que el inspector que había pasado y quién estaba detrás. Con ello no quiero decir que esta lectura sea previsible, hay gente que llega al final y no ha sido capaz de descubrirlo, supongo que llevo muchos libros leídos, o quizás estaba con los cinco sentidos puestos en la lectura, cosa que siempre no me es posible.
Igual es por deformación profesional pero me ha llamado la atención el papel de la prensa y de cierto periodista en el caso, y es que como buen sabueso Losada es incapaz de soltar un titular cuando lo huele, y unas pocas palabras de Leo Caldas lo ponen en alerta. La policía no suele confiar en la prensa puesto que pueden hacer variar las líneas de insvestigación. El papel de Losada y sobre todo ese programa especial que prepara me pusieron los nervios de punta, yo desde luego no lo hubiera llevado de esa forma, y sobre todo no hubiera apuntado una línea de investigación que la policía ya tenía descartada no se puede negar que da juego, y que supone una crítica velada o quizás no tanto al papel que asumen ciertos profesionales y ciertos medios de comunicación, y como no las repercusiones que tienen en las personas que se ven afectadas. Ese retrato me ha parecido muy realista, en pequeñas comunidades como Tiran ciertas sospechas verbalizadas pueden complicarle la vida mucho más a las personas señaladas.
Me ha sorprendido, aunque no será porque lo he visto en infinidad de ocasiones, como la vida puede ser muy traicionera y darte una mala mano que te condene a la peor de las soledades, a aquella en la que estas rodeada de muchas personas. El personaje de Napoleón me ha llegado al alma, reinventarse o morir, no hay verdad más certera, pero la conversación entre el vagabundo y el inspector se me quedó dando vueltas en la cabeza durante muchos días, quizás demasiados y me hizo tomar conciencia de lo efímero que es a veces el éxito y la felicidad.
Domingo Villar es un enamorado de su tierra, aunque vive en Madrid desde hace años, de su gastronomía, de sus gentes. Nos descubre enclaves en los que degustar la cocina gallega como el Marusia en Tiran, el Bar Puerto o A Taberna de Eligio en Vigo. Y como no es un gran embajador se sus caldos, de los vinos gallegos. Posiblemente es de los pocos autores que escriban al mismo tiempo en su lengua materna y en Castellano, no lo traducen si no que el escribe al mismo tiempo la versión en castellano y en gallego, en una expresa mejor los sentimientos y la otra le da la sonoridad y musicalidad que la primera no tiene.
Me he dejado cosas en el tintero, algunas seguramente por olvido, otras a propósito para que las descubráis vosotros, para no daros ninguna pista sobre ese final que supone un broche de oro para la novela, aunque lo intuyera mucho antes de que el autor lo apuntara. Solo me queda recomendaros esta serie, y si habéis leído las anteriores novelas que no os asusten el número de páginas de esta, eso sí no es un libro cómodo para llevar a cuestas, si tu intención no es leerlo en casa mejor compras una edición en digital.
Conclusión:
Ha valido la pena esperar estos diez años, Domingo Villar nos presenta una novela madura, reposada, hecha a fuego lento, con mucho amor por su trabajo, por los personajes y mucho respeto por el lector que se tiene que enfrentar a su obra. Y eso se nota en el resultado final, una historia cuidada, con una prosa concisa, con unos diálogos magistrales que te sitúan en la trama y que te ahorran algunas descripciones. Y las muchas de estas últimas que encontramos se refieren a enclaves y paisajes de Vigo, las Rias Baixas, de su flora y fauna, y a mi al menos ni me ralentizaron la lectura, ni me aburrieron, las disfruté como una niña.
Nos encontramos ante una novela coral, con muchos personajes, algunos de ellos reales, a los que descubrimos a través de diálogos ágiles, la historia sin embargo avanza a ritmo pausado al principio como suelen hacerlo las investigaciones policiales y a partir de un determinado punto al lector le entra ansias por saber, la narración sigue siendo pausada y reflexiva y sin embargo da la sensación de que avanza más rápidamente.
El autor nos presenta una estructura cómoda, como capítulos cortos y conclusivos, no pretende imprimir un ritmo rápido a la lectura, no corta la narración en el punto álgido, si no más bien nos presenta un conjunto de pequeñas historias que terminan dando lugar a la novela final. A pesar del gran número de páginas, esta estructura y la letra más bien grande que no es normal en libros de esta envergadura le proporcionan al lector unas agradables horas de ocio lector.
He echado de menos un poco más de protagonismo en personajes cómo Rafael Estévez y el padre de Leo Caldas, entiendo que ambos se comían el protagonismo del inspector, y que el autor quisiera que este recuperara su posición en la serie, sin embargo para mí esos momentos de humor eran tan desestresantes, que los he echado de menos. En esta entrega no he sido capaz de lanzar una carcajada sonora como en las anteriores y eso que el maño sigue tan bruto como siempre, y el carácter de los gallegos lo siguen sacando de quicio.
Una novela redonda, con un final que no desmerece la trama, he disfrutado con mi paseo en barco en la cubierta de El Pirata de Ons, quizás porque yo también me mareo como Caldas, me ha encantado recorrer en bicicleta el trayecto desde la casa de Mónica hasta el puerto de Moaña, he disfrutado de los paseos por la playa, de las conversaciones con las mariscadoras y con el biólogo inglés. Me he quedado con las ganas de recorrer in situ la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, y he disfrutado con los Caldas tanto de las catas de vino, como del foie grass de oca, como de las viandas gallegas.
Más vale acometer este tipo de lecturas con el estomago lleno y no tener a mano un buen vino blanco fresco, porque se te antoja. Muy recomendable, pero si no has leído la serie, comienza por el primero seguro que agradeces el consejo.
Y tú ¿ Has leído El último Barco? ¿Compartes conmigo tus impresiones?
Os dejo algunas fotos del encuentro con Domingo Villar en la Feria del Libro de Madrid, un placer a haber compartido contigo un ratito entre firma y firma
Mucho se ha hecho esperar la tercera de la serie y tenía las expectativas por las nubes, desbocadas cual corcel indómito. Nunca es bueno empezar una novela esperando tanto de ella a riesgo de que no cumpla con lo deseado y de al traste con una buena historia. Con el libro ya en casa y temiendo por la integridad física de mis hombros y mis cervicales comencé a pasearme por reseñas, creo que pillé a unos cuantos con ellas igual de desbocadas que las mías porque me deshinché un poco y decidí meterme de cabeza en la historia a disfrutar de lo que me quisiera contar Domingo Villar.
Asusta un poco cuando te encuentras con una novela de poco más de setecientas páginas, máxime cuando las otras dos tenían un tamaño más comercial, en ese momento suspiras y piensas que para algo ha tardado 10 años y poco aprovechó de lo que tenía escrito de Cruces de piedra y te preparas para disfrutar de la prosa del gallego, de sus descripciones, de sus personajes, aunque yo esperaba mucho más protagonismo de Rafael Estevez y del padre de Leo, que son los que imprimen los trazos de humor en la serie.
Domingo Villar hace libros autoconclusivos, sin embargo si no has empezado la serie te recomendaría empezarla por el principio, por la evolución de los personajes, que aunque el autor los contextualiza bien algunos matices se pierden por el camino. En este libro el maño no ha sido capaz de levantarme ninguna carcajada a lo sumo una sonrisa, pero en los anteriores ni un libro de humor me ha divertido tanto. Y otro tanto podría decir del Libro de idiotas del padre de Caldas, creo que todos deberíamos tener uno, es una vía de escape, yo me lo llevo planteando desde la primera novela, algún día llegará el momento, lo presiento.
Una vez sentadas las bases, he de confesar que he disfrutado de este libro, pausado, reflexivo, de cocción lenta, sin prisas, como hacían los guisos nuestras abuelas, con todo el amor del mundo y dedicándole tiempo, el mismo que le va a tener que dedicar el lector, porque nos encontramos ante una novela en la que el ritmo no es vertiginoso, en la que constantemente no están pasando cosas, en las que el autor se toma su tiempo para convertir a Vigo en un personaje más de El último barco. Y a pesar de no ser una novela de ritmo ágil, las páginas van cayendo, se escurren como arena entre los dedos, y ello se debe en gran medida a la estructura de la novela.
El autor nos presenta capítulos cortos, como pequeñas historias que al terminar el libro conforman una gran historia, no pretende ser un page turner de hecho cada capítulo no termina en el punto álgido para obligar al lector a un capítulo más, sólo uno más, que se eterniza en el tiempo, perfectamente puedes dejar el libro al final de un capítulo si otros menesteres más urgentes e importantes lo requieren. Me ha gustado comprobar que es fiel a un estilo, desde la primera novela los capítulos empiezan con la definición de una palabra, esta nos da una pista de por donde se va mover la acción, y al no utilizar un solo diccionario los que por una razón u otra estamos familiarizados con su uso, o al menos yo, me he visto elucubrando a cuál de ellos pertenecería la definición o si sería de la cosecha del propio autor.
Para contarnos la historia se vale de los diálogos y de las descripciones, utiliza los primeros para que las páginas avancen a pesar de que la investigación pueda estar atascada o varada, para que conozcamos a los personajes, algunos de ellos reales como los profesores de la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, que no por serlo se libran de estar en el punto de mira y de sospecha, me ha gustado mucho ese punto, otros como en toda obra de ficción fruto de la imaginación del autor, sin embargo, tan reales, tan bien dibujados que bien podrían ser reales. Las descripciones las deja para los paisajes, para los edificios, las playas, la fauna y incluso la flora de las Rías Bajas, y yo las he disfrutado como una niña pequeña.
Me hubiera gustado conocer cuando visité Vigo la escuela de Artes y Oficios, me hubiera gustado visitarla, si eso es posible que lo desconozco, me he enamorado de lo que nos cuenta sobre ella Domingo Villar, quizás porque vengo de una tierra en la que se cuece cerámica, quizás porque soy madre de músicos y el oficio de luthier no me es desconocido, aunque mis hijos tocan otro tipo de instrumentos, viento metal, quizás porque la paciencia no es mi fuerte y son oficios que requieren de una gran vocación y grandes dosis de la virtud de la que yo carezco, me he recreado en esos pasajes, y los he disfrutado tanto, que incluso he releído algunos solo por el simple placer de hacerlo, imagino al autor documentándose sobre el tema, visitando la escuela, entrevistándose con sus profesores, los imagino a ellos eligiendo la madera más adecuada para cada pieza, y trabajarla con mimo, dedicándole algo de lo que andamos muy faltos en esta sociedad, tiempo.
Otra de las disciplinas que allí se imparten es el dibujo, y ahí si que en otros tiempos se me dio bien, no puedo decir que derrochara paciencia, porque cuando no salía lo dejaba durante días hasta que encontraba de nuevo el camino, pero nunca intente dibujar al natural, lo mío era menos sotisficado, quizás por el dibujo que aquí se nos presenta requería de de dos virtudes que no poseo, y no creo que a estas alturas vaya a poseer la constancia y la paciencia. Y fíjate que en esas paredes pude verle un trazo de ironía a Caldas que me hizo reír, cosa a lo que no me tiene acostumbrada el inspector, aunque también he de reconocer que el mérito en parte lo tiene el maño que es un personaje bruto, pero muy puro, que actúa por puro instinto y sin maldad, aunque los gallegos y sus ambigüedades lo saquen de quicio.
Parte de la novela está ambientada en Tiran una pequeña parroquia situada enfrente de Vigo, conectada con la ciudad por un barco, de ahí el título de la novela, y ahí es donde se explaya el autor en las descripciones, y a cuenta de un biólogo inglés nos describe incluso las aves que podemos encontrar allí, el trabajo de las mariscadoras, las bateas de mejillones, la vida alejada del trasiego de las grandes ciudades, el carácter de la gente que vive en zonas rurales, la forma de vida mucho más tranquila, el tipo de amistades que se forjan. Me he enamorado de esos pasajes, no me ha sobrado ni una sola línea, ni un sólo párrafo, se que no a todos los lectores les gusta recrearse y el ritmo pausado de las descripciones, pero a mi me hacen viajar hacia una zona que no conozco, sin moverme del sillón de lectura y eso me aporta mucho placer.
Ese contraste entre la vida de la ciudad y las zonas más rurales también queda patente en la vida que lleva el padre de Leo Caldas, un hombre que vive en un paraje solitario, al cuidado de las vides y el vino que embotella, es difícil no enamorarse de ese entrañable anciano que pretende vivir la vida a su manera, sin tener miedo pese a la insistencia de su hijo de que coloque barrotes en las ventanas. El padre del inspector nos da lecciones de vida, y su libro de idiotas es memorable, en esta entrega a pesar de su extensión tiene pocas apariciones estelares, pero todas dignas de mención.
Otro de lo temas que bordean esta novela o que la sostienen por entero son las relaciones paterno filiales:
La que el doctor Andrade mantiene con su hija desaparecida, una relación poco cordial dadas las altas expectativas que el padre había puesto en su única hija y que esta se ha encargado de tirar por los suelos una y otra vez, una relación que descubriremos a través de diálogos en los que nos será muy fácil meternos en la piel de Mónica y no sabremos calzar en muchos momentos los zapatos del doctor, al menos a mí me ha resultado un personaje repelente por momentos, aunque puedo entender su preocupación me cuesta comprender la forma que tiene de aprovecharse de su posición social y de su buen hacer como cirujano para intimidar a todos los estamentos y presionarlos.
La que Rosalía Cruz mantiene con su hijo Camilo, un chico especial que rehuye el trato con la gente, y que en cambio posee el don de dibujar como si fuera una fotografía escenas que solo ha visto durante escasos minutos, quizás esta relación ha sido la que más me ha marcado, porque me he intentado meter en la piel de la madre y dolía tanto que no era capaz de aguantar el coraje de esta mujer, en cambio no he sido capaz de meterme en la piel de Camilo, a pesar de que se explica muy bien que enfermedad padece, y las descripciones a través de los diálogos son muy visuales, no he podido meterme en su mente, hasta casi el final, y si lo leéis comprenderéis porque, solo en ese momento me inundó la rabia y supe que podía sentir una persona como él.
Y por último la que mantiene el propio inspector con su padre, una relación cercana, marcada por la pérdida temprana del referente femenino de la familia, parece que por momentos los roles se invierten que es Leo quien se preocupa por su padre, por su bienestar, el que como policía teme que pueda ser asaltado por la noche. Sin embargo, su padre a pesar de los años sigue protegiendo a su cachorro, le sigue dando consejos, lo sigue consolando, consigue que salga de los episodios de letargo.
Domingo Villar parte de la desaparición de una persona adulta denunciada por un padre con el que la desaparecida no guardaba buena relación, nada hace presagiar que haya podido sucederle nada, faltan unos pocos enseres en su casa, la vieron salir de madrugada para coger el barco y nadie ha pedido un rescate por ella. Todo parece apuntar a que se ha ido durante unos días. Sin embargo, hay ciertos flecos que hacen dudar al inspector, no ha pedido a nadie que se haga cargo de su gato, se ha dejado unas pastillas anticonceptivas, y no avisó en el trabajo de que no iba a acudir aún cuando estaba a cargo de las tutorías por estar de viaje el profesor titular.
Con estas premisas Domingo Villar nos presenta una investigación a la española, sin los grandes trucos que podemos ver en las series de CSI, una línea mucho más pausada, que depende de que el juez autorice ciertos pasos, que llega a puntos muertos, una investigación en la que se ha de volver una y otra vez sobre los mismos informes, a hablar con las mismas personas, para encontrar ese hilo del que tirar, para confirmar o rebatir hipótesis, de ahí que aunque siempre se esté trabajando el padre de la desaparecida tenga la impresión de que no se hace nada por encontrar a su hija y siga apretando las tuercas en todos los estamentos. Disfruto tanto con estas investigaciones, me parecen tan creíbles, tan reales y verosímiles. Leo Caldas va poniendo todas las pistas sobre la mesa, no se guarda ningún truco, de hecho yo descubrí mucho antes que el inspector que había pasado y quién estaba detrás. Con ello no quiero decir que esta lectura sea previsible, hay gente que llega al final y no ha sido capaz de descubrirlo, supongo que llevo muchos libros leídos, o quizás estaba con los cinco sentidos puestos en la lectura, cosa que siempre no me es posible.
Igual es por deformación profesional pero me ha llamado la atención el papel de la prensa y de cierto periodista en el caso, y es que como buen sabueso Losada es incapaz de soltar un titular cuando lo huele, y unas pocas palabras de Leo Caldas lo ponen en alerta. La policía no suele confiar en la prensa puesto que pueden hacer variar las líneas de insvestigación. El papel de Losada y sobre todo ese programa especial que prepara me pusieron los nervios de punta, yo desde luego no lo hubiera llevado de esa forma, y sobre todo no hubiera apuntado una línea de investigación que la policía ya tenía descartada no se puede negar que da juego, y que supone una crítica velada o quizás no tanto al papel que asumen ciertos profesionales y ciertos medios de comunicación, y como no las repercusiones que tienen en las personas que se ven afectadas. Ese retrato me ha parecido muy realista, en pequeñas comunidades como Tiran ciertas sospechas verbalizadas pueden complicarle la vida mucho más a las personas señaladas.
Me ha sorprendido, aunque no será porque lo he visto en infinidad de ocasiones, como la vida puede ser muy traicionera y darte una mala mano que te condene a la peor de las soledades, a aquella en la que estas rodeada de muchas personas. El personaje de Napoleón me ha llegado al alma, reinventarse o morir, no hay verdad más certera, pero la conversación entre el vagabundo y el inspector se me quedó dando vueltas en la cabeza durante muchos días, quizás demasiados y me hizo tomar conciencia de lo efímero que es a veces el éxito y la felicidad.
Domingo Villar es un enamorado de su tierra, aunque vive en Madrid desde hace años, de su gastronomía, de sus gentes. Nos descubre enclaves en los que degustar la cocina gallega como el Marusia en Tiran, el Bar Puerto o A Taberna de Eligio en Vigo. Y como no es un gran embajador se sus caldos, de los vinos gallegos. Posiblemente es de los pocos autores que escriban al mismo tiempo en su lengua materna y en Castellano, no lo traducen si no que el escribe al mismo tiempo la versión en castellano y en gallego, en una expresa mejor los sentimientos y la otra le da la sonoridad y musicalidad que la primera no tiene.
Me he dejado cosas en el tintero, algunas seguramente por olvido, otras a propósito para que las descubráis vosotros, para no daros ninguna pista sobre ese final que supone un broche de oro para la novela, aunque lo intuyera mucho antes de que el autor lo apuntara. Solo me queda recomendaros esta serie, y si habéis leído las anteriores novelas que no os asusten el número de páginas de esta, eso sí no es un libro cómodo para llevar a cuestas, si tu intención no es leerlo en casa mejor compras una edición en digital.
Conclusión:
Ha valido la pena esperar estos diez años, Domingo Villar nos presenta una novela madura, reposada, hecha a fuego lento, con mucho amor por su trabajo, por los personajes y mucho respeto por el lector que se tiene que enfrentar a su obra. Y eso se nota en el resultado final, una historia cuidada, con una prosa concisa, con unos diálogos magistrales que te sitúan en la trama y que te ahorran algunas descripciones. Y las muchas de estas últimas que encontramos se refieren a enclaves y paisajes de Vigo, las Rias Baixas, de su flora y fauna, y a mi al menos ni me ralentizaron la lectura, ni me aburrieron, las disfruté como una niña.
Nos encontramos ante una novela coral, con muchos personajes, algunos de ellos reales, a los que descubrimos a través de diálogos ágiles, la historia sin embargo avanza a ritmo pausado al principio como suelen hacerlo las investigaciones policiales y a partir de un determinado punto al lector le entra ansias por saber, la narración sigue siendo pausada y reflexiva y sin embargo da la sensación de que avanza más rápidamente.
El autor nos presenta una estructura cómoda, como capítulos cortos y conclusivos, no pretende imprimir un ritmo rápido a la lectura, no corta la narración en el punto álgido, si no más bien nos presenta un conjunto de pequeñas historias que terminan dando lugar a la novela final. A pesar del gran número de páginas, esta estructura y la letra más bien grande que no es normal en libros de esta envergadura le proporcionan al lector unas agradables horas de ocio lector.
He echado de menos un poco más de protagonismo en personajes cómo Rafael Estévez y el padre de Leo Caldas, entiendo que ambos se comían el protagonismo del inspector, y que el autor quisiera que este recuperara su posición en la serie, sin embargo para mí esos momentos de humor eran tan desestresantes, que los he echado de menos. En esta entrega no he sido capaz de lanzar una carcajada sonora como en las anteriores y eso que el maño sigue tan bruto como siempre, y el carácter de los gallegos lo siguen sacando de quicio.
Una novela redonda, con un final que no desmerece la trama, he disfrutado con mi paseo en barco en la cubierta de El Pirata de Ons, quizás porque yo también me mareo como Caldas, me ha encantado recorrer en bicicleta el trayecto desde la casa de Mónica hasta el puerto de Moaña, he disfrutado de los paseos por la playa, de las conversaciones con las mariscadoras y con el biólogo inglés. Me he quedado con las ganas de recorrer in situ la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, y he disfrutado con los Caldas tanto de las catas de vino, como del foie grass de oca, como de las viandas gallegas.
Más vale acometer este tipo de lecturas con el estomago lleno y no tener a mano un buen vino blanco fresco, porque se te antoja. Muy recomendable, pero si no has leído la serie, comienza por el primero seguro que agradeces el consejo.
Y tú ¿ Has leído El último Barco? ¿Compartes conmigo tus impresiones?
Os dejo algunas fotos del encuentro con Domingo Villar en la Feria del Libro de Madrid, un placer a haber compartido contigo un ratito entre firma y firma
42 comentarios:
Pues yo me he estrenado con esta novela, pero no descarto leer las anteriores, cuando encuentre un hueco, aunque después de lo leido creo que lo haré. Me ha encantado tu reseña, hablando de todo son hablar de lo que no se debe. Un beso
Pero qué reseñón! Las expectativas están altas con esta novela, pero ya veo que no sólo las ha cumplido sino que las ha superado con creces.
Besotes!!!
Hola! Paso un poco de puntillas porque no he leído el primer libro y tal y como mencionas, es mejor seguir el orden. Tampoco conocía al autor, así que muchas gracias por descubrirlo.
Un saludo
Qun lindo encuentro!! Fantástica tu reseña.tomo nota!saludosbuhos
Coincido contigo en todo,para mí era mi primer acercamiento a la prosa del autor y me ha cautivado. Leeré alguna más seguro. Los personajes son geniales, cada uno diferente, con muchas aristas y perfectamente trazados. Una gran novela
Una reseña estupenda Carmina, me ha en entusiasmado, pero es que la novela es una maravilla y aunque se tengan muchas expectativas no defrauda. Has tocado todos los temas importantes que se tratan en la novela pero sin destripar su contenido y, como a ti me han entusiasmado y me han divertido las descripciones que utiliza al principio de cada capítulo, las conversaciones de Caldas con el Inglés, con Napoleón y en general con los habitantes de Tirán, que algunas son para ponerles un marco. En fin, espero que Domingo no nos haga esperar otros 10 años para la próxima. No se lo perdonaría.
Jo, que encuentro más chulo!! Me gustó mucho La playa de los ahogados y creo que esta también la podría disfrutar un montón. Besos
Siempre tenemos la impresión de que nos dejamos detalles en el tintero, sobre todo cuando una novela nos gusta mucho, pero a mi tu reseña me parece fantástica y no creo que le falte nada. Domingo Villar es mucho Domingo Villar, aunque haya relegado un poco los papeles de Estévez y del padre de Caldas. Hasta eso se lo perdono y mira que a mi me encantan estos personajes. A cambio, nos ha dado más protagonista a Caldas y a mi eso también me ha encantado, porque los otros son tan tremendos, que le eclipsaban un poco.
Y lo dicho, la reseña vale un potosí.
Un beso.
Ufff perfecta reseña de esta novela que no conocía. La voy a dejar anotada porque más adelante la echaré un ojo para próximas reseñas.¡Gracias!
#Besos N.
¡Hola!
La verdad es que no creo que sea una lectura para mi, así que esta vez dejo pasar la recomendación. Me ha encantado la reseña. Nos leemos en la siguiente entrada. Besos!
¡Hola, Carmina!,
Me alegro de que hayas disfrutado tanto de esta nueva novela del autor ^^.
Yo leí la anterior y me gustó mucho, así que estoy deseando leer esta nueva entrega.
Me gustan los libros que se cuecen a fuego lento ;) y no hay nada como un autor que ama su tierra y te transmite todo ese amor mediante la literatura, haciéndote desear conocerla tú también.
Vamos, que este va a ser un must reading para mí cuando tenga algo más de tiempo.
Un besito de tinta y hasta pronto.
Nos leemos :D
¡Hola! Uff, sí que habéis tenido que esperar xD. No he leído nada del autor la verdad, pero supongo que en algún momento me animaré. Me alegra leer que te ha gustado ^^. Se ve que es un libro que transmite mucho. Un beso.
Hola!
Ha sido una lectura maravillosa. Normalmente las novelas de este tipo suelen ser un no parar de acción, sobresaltos, giros,... Sin embargo esta resalta precisamente por lo contrario: el detalle y lo lento que se narra todo y la capacidad de mantener enganchado al lector.
Besos!
Hola!
Madre mía, pedazo de reseña ^^ Lo vi el otro día en otro blog y ya me lo apunte, me gusta que la historia se cueza a fuego lento.
Fantástica reseña!
Una reseña estupenda Carmina y muy completa., de las más entusiastas que he leído. Me animas un poco con la novela que había bajado mis expectativas porque las últimas opiniones con las que me encontré eran bastante negativas. Yo he leído las dos novelas anteriores hace muchos años y releído la primera, y creo que al final me animaré con esta también. Besinos.
Hola Carmina!! Vaya, no sabía nada de esta serie de novelas, tomo buena nota pues tienen muy buena pinta. Que bien el encuentro. ¡Fantástica reseña! Besos!!
Hola Carmina! Como tú, también recomiendo leer las dos novelas anteriores pero sólo por placer no porque tengan nada que ver con El último barco. estábamos deseando que saliera a la venta y yo la he disfrutado enormemente, ¿qué le voy a hacer si me lo paso genial con Caldas? El encuentro con el autor fue, simplemente, genial.
Hola,
entre que a mi madre le encantó la novela, mi gusto por el género negro y que tu reseña es increíble, ¡me lo voy a tener que leer! :)
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